La reparación de una cava permitió la reactivación del comedor, cuyo servicio se detiene constantemente por falta de recursos o insumos, porque alguna de las máquinas se daña o porque los trabajadores van a paro como forma de protesta
El comedor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) estuvo cerrado durante un año, hasta el pasado martes 5 de noviembre, cuando se sirvieron 1.200 platos para la comunidad estudiantil. Aunque el ideal son 3.000 beneficiarios, según Christopher Betancourt, presidente de la comisión de usuarios del comedor, la reactivación de los almuerzos es un logro que espera sea sostenible, por lo menos, a mediano plazo.
Para Jackelyn Angulo e Iván Alviares, estudiantes del segundo semestre de Economía, tener disponible el comedor todos los días es una ayuda importante. Aunque ambos admiten que pueden costear almuerzos comprados en los cafetines de la universidad de vez en cuando, cuentan que muchos de sus compañeros, sobre todo quienes provienen del interior del país, tienen dificultades para cubrir la alimentación.
Por ejemplo, si Iván se compra un menú ejecutivo puede gastar más o menos 40.000 bolívares, lo que representa 5 % de su salario mensual.
Hace cuatro meses, antes de que terminara el período escolar 2018-2019, el comedor estuvo abierto durante dos semanas, pero luego cerró y no supieron por qué. Jackelyn aseguró que lo único que escuchan es que faltan recursos, o las calderas están dañadas, o no hay dotación de alimentos.
Christopher Betancourt precisa que el Ministerio de Educación Superior es el encargado de suministrar las proteínas, pero desde hace un año, la cava estaba dañada y no tenían como refrigerar, por lo que la dotación se detuvo. Ahora, la cava funciona a 70 % de su capacidad.
Cuando Alberto Herrera comenzó la carrera, el comedor funcionaba con regularidad. Ahora está en el quinto año de Trabajo Social y ya se había vuelto costumbre que estuviera cerrado. Hoy no llevó almuerzo, si el comedor no hubiese abierto se hubiese ido a trabajar y cenaría en casa, al llegar en la noche.
María De Marcos, compañera de Alberto, contó que para comer algo en la universidad necesita por los menos 30.000 bolívares, lo que significa 30 % del salario mensual fijado por el Poder Ejecutivo a partir del 1° de octubre. Ella prefiere salir de clases, luego de mediodía, e irse a su casa, porque todos sus ingresos los destina a la alimentación y vestido de su hija de dos años.
Lo que saben María y Alberto es que no hay insumos o se daña alguno de los equipos de la cocina. A veces, también, el comedor deja de funcionar porque los trabajadores se van a paro para exigir condiciones laborales adecuadas.
Betancourt espera que los recursos y el plan de activación del comedor sean suficientes para llegar hasta el mes de diciembre, al cierre del semestre escolar.
María Jesús Vallejo/El Pitazo