Desde el puesto callejero donde su familia vende mole, barbacoa y caldo de pollo, Miguel Ángel Vázquez ha visto pasar todas las caravanas de migrantes y solicitantes de asilo centroamericanos de los últimos años, miles de personas que huyen de la pobreza y la violencia con la esperanza de tener una vida mejor en Estados Unidos.
Luego de ver cómo efectivos de la Guardia Nacional y agentes de migración disolvían la última en el umbral de su casa, llevando a hombres, mujeres y niños llorosos a los autobuses que los trasladaron a un centro de detención en la cercana ciudad de Tapachula, está seguro de una cosa.