La tormenta perfecta que atraviesa en estos días Venezuela, parece no amainar. Y es que, con el paso de los días, se suman elementos para complicar nuestra cotidianidad.
Estuvimos entre los últimos países que recibieron la pandemia del COVID-19, y por tal circunstancia, vamos a estar también entre los últimos que salgan.
Por razones que aún no tenemos claras, no hemos sido golpeados como les ha sucedido a otras naciones. Pero ojo, que la circunstancia no es para confiarse.
No sabemos si tenga que ver con nuestro emplazamiento tropical y la teoría de que este coronavirus es vulnerable al sol. Si será quizá el muy reducido tráfico aéreo de nuestros aeropuertos lo que ha reducido su expansión o si habrá algo de cierto en que la vacuna contra la tuberculosis BCG, que todos hemos recibido en Venezuela, tiene alguna capacidad de defensa contra esta amenaza.
Sin embargo, resalta la situación extremadamente vulnerable en la cual nos sorprendió a los venezolanos esta alarma mundial. Fallas en servicios, hospitales en desventaja, fractura y confrontación interna de larga data.
En algún momento se comenzaron a tomar medidas adecuadas, pero esto fue solamente en teoría. En el papel se veían muy bien; pero en la práctica nos preguntamos: ¿cómo mantener la higiene con un servicio de agua tan irregular, por ejemplo? ¿O de qué manera se puede ordenar la cuarentena en casa, cuando un muy elevado porcentaje de la población depende de su trabajo diario para poder mantenerse? Tampoco es confiable el servicio de internet, para quienes pudieran colaborar con el famoso “aplanamiento de la curva” laborando desde casa.
En los hechos, mientras unos hacen lo mejor por protegerse, otros salen a la calle sin cumplir las normas más elementales. Y es que, por ejemplo, hasta con las muy necesarias mascarillas se han reportado eventos de especulación. Episodios lamentables que encuentran caldo de cultivo en tanto y en cuanto sucedan en naciones menos preparadas para enfrentar emergencias.
Y como era de esperarse, también se está dando en nuestro país la contradicción mundial entre quienes preferirían prolongar las medidas por razones de salud y quienes reclaman impulsar la reactivación, para evitar daños más profundos en la economía. Y lo complejo del caso es que ambas partes tienen razón, especialmente ante unas finanzas como las nuestras que ya venía con plomo en el ala.
Esta semana se puso en marcha lo que se ha dado en llamar el «5×10», un esquema de flexibilización de la cuarentena que alterna cinco días de actividades laborales con diez de confinamiento. Es la primera señal de flexibilización tras dos meses y medio de restricciones cuyo propósito se entiende; pero que también generaron abusos y atropellos hacia la ciudadanía, sin tener en cuenta que para muchos no había manera de cumplir.
Por otro lado, para este miércoles 3 de junio se notificó sobre dos nuevos fallecidos por coronavirus; además de 47 casos de transmisión comunitaria de la enfermedad, 28 de ellos en el estado Zulia, y 86 “importados”.
También hay que tener en cuenta que las zonas fronterizas –justamente como Zulia, además de otras como Apure, Táchira y Bolívar– apuntan a ser más riesgosas. Por si fuera poco, también se conoce ya que hay varias cepas del virus. Se identificaron 19 en España, y pueden tener comportamientos diferentes. No se puede bajar la guardia.
Se pudo saber que los dos fallecidos están relacionados con el foco de contagio del mercado zuliano de Las Pulgas, donde se habla de 121 infectados.
El comportamiento del virus ha sido atípico en nuestro país, quizá justamente por las condiciones extraordinarias que afronta nuestra nación, y por eso sentimos que es imposible predecir hacia dónde vamos. ¿Bajarán los casos? ¿Alcanzamos el temido pico o aún nos falta?
Y a esto agregamos la inédita situación con el combustible. Su llegada ha provocado concentraciones en estaciones de servicio abarrotadas por gente urgida de surtir. La incertidumbre sobre las formas de pago ha generado incidentes no solamente desagradables en sí mismos, sino también poco recomendables cuando aún no sabemos que esperar de la pandemia en nuestro territorio.
No se trata nada más de las posibilidades de contagio, sino también de preguntarnos cómo nos podemos planificar como nación ante una emergencia, si ni siquiera tenemos certeza del cuándo, cómo o dónde nos vamos a abastecer de gasolina.
La recomendación sigue siendo extremar la prudencia. Y cuidar de nosotros mismos y de los nuestros. Sin querer caer en pesimismo, lo cierto es que los tiempos son sumamente inciertos para los venezolanos, sin que se avizoren soluciones próximas o confiables.