Félix Lozano está en cuarentena en la vivienda de su madre, en el 23 de Enero, y en todo ese tiempo no ha visto a su hijo, 10 años, que vive en Guarenas. Su vida dio un vuelco al contraer la enfermedad
Félix Lozano se contagió con coronavirus. Está en cuarentena en la vivienda de su madre, en el 23 de Enero. Durante un mes estuvo recluido en el Hospital Jesús Yerena, de Lídice, donde trabaja como miembro del personal administrativo. Fue ahí donde posiblemente se contagió del virus proveniente de Wuhan.
Lozano tiene 50 años de edad, por lo que es paciente de alto riesgo. Inicialmente, no sentía la enfermedad. De hecho, durante los primeros días tuvo una fiebre y pensó que podía ser alguna virosis. Luego de siete días, no obstante, la sintomatología empeoró y su fiebre ascendió hasta los 40 grados. Empezó a tener además una tos seca que lo alarmó de inmediato. “Yo recuerdo que antes que me diera esto, como parte de mi trabajo, debía ir constantemente a la Secretaría de Salud. Uno de esos días cayó un aguacero y me mojé. Me empezó la fiebre. Yo pensaba que era una gripe”, contó en una nota publicada este miércoles en el portal elnacional.com.
El 6 de julio, la salud de Lozano empeoraba. “Eso era algo que me ahogaba”, afirmó. Tuvo que ser hospitalizado en Lídice. “Estaba grave, grave”, aseguró.
Hospital centinela
Para los primeros días de julio, el hospital centinela ya tenía varios pacientes con covid-19 y, en su caso, tras realizarle unas placas los resultados indicaron, también, una neumonía, mientras que los exámenes de laboratorio señalaban al dengue como la causa. “Era una mezcolanza, como una intoxicación de los pulmones”, explicó.
Lozano dijo que no sabía cómo era eso del coronavirus. Para mayor incertidumbre, al hombre se le realizó tres veces la Prueba Rápida (PDR) y siempre dio negativo. La evolución de sus síntomas, sin embargo, lo hacían cada vez más sospechoso. Finalmente le realizaron la prueba del hisopado nasofaríngeo y orofaríngeo, la cual cambió el curso de todo, al dar positivo. “Casi que de inmediato me internaron y estuve 23 días recibiendo tratamiento. Puro antibiótico, vancomicina y otro medicamento que no recuerdo cómo se llama”, manifestó.
Producto de las dificultades respiratorias, estuvo 20 días recibiendo oxígeno. Su deficiencia era tal que el trayecto de la cama al baño era suficiente para agotarlo. Lozano recordó claramente cómo médicos y enfermeras que lo conocían le advertían que, en cualquier momento, podía ser intubado.
A pesar de la gravedad del asunto, jamás pensó en la muerte. “Nunca llegue a imaginarme eso, aunque tenía esa asfixia y mis pulmones contaminados. Pero gracias a Dios respondí bien al tratamiento. Uno de esos me lo colocaron en la barriga. No tuve que pagar nada porque todo lo cubrió la administración del hospital”, señaló.
Hospital de Lídice
La estadía de Lozano en el Hospital Jesús Yerena, de Lídice, fue como un tour. Inicialmente estuvo internado en la emergencia. Los médicos le decían que sería algo momentáneo. Su preocupación era ver cómo el lugar se llenaba con nuevos positivos cada vez más. Ese mismo día fue llevado a una habitación de medicina interna. Dos días después, el miércoles, debido a su delicado estado de salud fue llevado nuevamente a emergencia. Aunque el Instituto Nacional de Higiene (INH) no había enviado los resultados para el equipo de expertos, ya era un paciente positivo y debía recibir los cuidados de uno.
Los pacientes estaban divididos en hombres y mujeres. “Los hombres éramos 8 y las mujeres 12. Ahí duré 8 días. En la emergencia era todo más difícil, porque no podía movilizarme, sumado al problema del agua. Ahí no podía ni cargar un tobo con agua para bañarme del dolor que tenía”, aseveró.
La intensidad de los dolores que sentía Lozano era tal que su única opción para asearse era utilizar toallitas húmedas. Estar postrado en una cama lo hacía sentir preso. Su lecho se transformó en su ecosistema. El mayor esfuerzo que realizaba era pararse para orinar en un pote que le habían pasado. Para evacuar agarraba una bolsa. Al finalizar la dejaba en el suelo, a la espera que alguien la retirara.
Luego que Lozano comenzó a mejorar, fue llevado a una habitación. “Ahí me sentía como rey, porque podía movilizarme, pero igual era una restricción. Mis familiares llegaban hasta la puerta y ahí dejaban la comida. Todos iban con tapabocas doble, protectores en los ojos y su traje espacial 24 horas. Esas enfermeras estaban ahí todo el día”, afirmó.
Los militares
En la custodia de los pacientes no había ningún militar o policía evitando algún tipo de fuga. Durante ese tiempo en la habitación, los pacientes debían portar las 24 horas del día la mascarilla. Lozano podía cambiarla cada tres días. El ser trabajador del hospital le daba cierto privilegio que los demás no tenían.
En la habitación hizo varias amistades, una de ellas un militar. No era el único uniformado recluido por coronavirus. Gracias a sus gestiones, en la habitación instalaron un televisor grande y un DVD para que los que estaban recluidos pudiesen distraerse. “Veíamos una película en la tarde y en la noche. Uno de los militares era un mayor de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), el otro era un capitán”, dijo.
La capacidad de adaptación de Lozano fue fundamental para sobrevivir, explicó: “Yo en esa sala me imaginaba que me tomaba unas curdas, que estaba con unos culos o en una playa. Mi vida es joder y echar vaina. Yo cumplía mi tratamiento y estaba seguro que me iba a curar. Tampoco me podía echar a morir. Ya mi vida ha cambiado bastante. Además al trabajar en un hospital uno sabe que siempre puedes agarrar algo, así seas administrativo”.