La mayoría de las fracturas por fragilidad ocurren en el hogar a consecuencia de caídas casuales, por lo que las políticas de aislamiento social no las evita. Si a esto le sumamos un aumento del sedentarismo e inactividad, lo que conlleva a una disminución de la musculatura y con esto pérdida de reflejos, nos vemos frente a un verdadero aumento de la frecuencia de estas entidades.
Un documento de consenso de múltiples sociedades científicas, publicado bajo el amparo del Sistema Nacional de Salud británico el 25 de marzo de 2020, habla del beneficio del tratamiento quirúrgico en las fracturas de cadera y que este supera al tratamiento conservador en la mayoría de los casos, razón por la que se recomienda en época de pandemia COVID-19.
En cualquier caso, la cirugía de las fracturas de cadera ha sido, es y será una de las operaciones más comunes realizadas durante toda la pandemia, llegando a suponer para varias series clínicas más del 50% de las cirugías.
Los pacientes con fractura de cadera son generalmente mayores, frágiles y comórbidos, debiendo superar, en cualquier situación, tanto el estrés de la propia fractura como el de la hospitalización y la cirugía necesarias para su tratamiento.
Si a estos hechos se le añade la repercusión de la cascada inflamatoria y la afectación respiratoria y multiorgánica que tiene la infección por SARS-CoV-2 en los pacientes adultos, resulta evidente que esta afección presente una alta mortalidad en los pacientes mayores con este tipo de fractura.
Es por eso que recomiendo aumentar la actividad física del anciano en el hogar, hacer planes para el fortalecimiento muscular, mantener una dieta balanceada y nutritiva, utilizar medicamentos anti osteoporóticos según el caso, y eliminar factores que puedan desencadenar un accidente ocaída en el hogar (mascotas, alfombras, pisos resbalosos, escaleras, etc).