En medio de la devastación, los equipos de rescate en Turquía y el norte de Siria luchaban el martes contra el reloj y el frío para buscar entre los escombros a supervivientes del violento sismo del lunes, cuyo balance ya superó los 5.000 muertos.
La ayuda internacional debe empezar a llegar el martes a las zonas castigadas por el terremoto y sus réplicas. La primera sacudida, en la madrugada del lunes, alcanzó una magnitud 7,8 y se sintió hasta en Líbano, Chipre y el norte de Irak.
En Turquía, el número de muertos se elevó a 3.419 personas muertas y 20.534 heridas, declaró el martes el vicepresidente Fuat Oktay.
En Siria, al menos 1.602 personas fallecieron y 3.640 resultaron heridas, según los balances de las autoridades de Damasco y de los equipos de rescate de las zonas rebeldes.
En base a los mapas de la zona afectada, una responsable de la Organización Mundial de la Salud, Adelheid Marschang, indicó que «23 millones de personas están expuestas» a las consecuencias del terremoto, «incluyendo cinco millones de personas vulnerables».
A veces con las manos desnudas, los socorristas continuaron la dramática búsqueda de sobrevivientes durante la noche, desafiando el frío, la lluvia o la nieve y el riesgo de nuevos derrumbes.
En Hatay, en el sur de Turquía, rescataron con vida a una niña de 7 años que había quedado bloqueada bajo una montaña de escombros.
«¿Dónde está mi madre?», dijo la pequeña, con su pijama rosa manchado de polvo, en brazos de un socorrista.
Las malas condiciones meteorológicas en la región de Anatolia complican las labores de rescate y ensombrecen las perspectivas de los supervivientes, que se calientan en tiendas o en hogueras improvisadas.
La ayuda internacional a Turquía debe empezar a llegar el martes con los primeros equipos de socorristas de lugares como Francia o Catar.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió a su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan «toda la ayuda necesaria, sea la que sea».
El contingente francés pretende llegar hasta Kahramanmaras, en el epicentro del terremoto, una región de acceso difícil y sepultada bajo la nieve.
Dos destacamentos estadounidenses con 79 socorristas cada uno se estaban preparando el lunes para desplazarse al lugar, indicó la Casa Blanca.
China anunció el martes el envío de una ayuda de 5,9 millones de dólares, que incluirá equipos especializados en el socorro en entornos urbanos, equipos médicos y material de urgencia, según un medio estatal de Pekín.
Según Erdogan, 45 países ofrecieron ayuda.
En cambio, el llamado lanzado por el gobierno de Siria recibió por ahora respuesta de Moscú, su aliado, que prometió equipos de socorro «en las próximas horas», además de 300 militares rusos que ya se encuentran en el lugar para ayudar en el rescate.
La ONU también reaccionó, pero insistió en que la ayuda debe llegar a toda la población siria, incluida la parte que no está bajo control de Damasco.
Aprovechando el caos provocado por las sacudidas, una veintena de combatientes presuntamente del grupo Estado Islámico (EI) escaparon de una prisión militar en Rajo, controlada por rebeldes proturcos.
Los balances a un lado y otro de la frontera no dejan de aumentar y, teniendo en cuenta la magnitud de la destrucción, pueden seguir la misma tendencia.
Solo en Turquía, las autoridades contabilizaron casi 5.000 inmuebles derrumbados.
Además, la caída radical de las temperaturas conlleva un riesgo suplementario de hipotermia para los heridos y las personas atrapadas en los escombros.
Dormir al raso
La Organización Mundial de la Salud dijo que temía lo peor y el lunes, cuando el cómputo de muertos se situaba en alrededor de 2.600 personas, auguró un balance «ocho veces más elevado».
Durante el lunes, se registraron hasta 185 réplicas, además de las dos sacudidas principales: una de 7,8 en medio de la noche (04H17 locales) y la otra de magnitud 7,5 al mediodía.
Las réplicas continuaron durante la madrugada del martes. La más fuerte, de magnitud 5,5, ocurrió a las 6H13 locales (3H13 GMT) a 9 km al sureste de Gölbasi (sur).
Las autoridades turcas habilitaron gimnasios, escuelas y mezquitas para albergar a los supervivientes. Pero por temor a nuevos sismos, muchos habitantes prefirieron pasar la noche al raso.
«Todo el mundo tiene miedo», aseguraba en Sanliurfa (sureste de Turquía) Mustafa Koyuncu, un hombre de 55 años que pasó la noche con su mujer y sus cinco niños en el coche familiar.
Es el terremoto más importante en Turquía desde el ocurrido el 17 de agosto de 1999, que causó la muerte a 17.000 personas, un millar de ellas en Estambul.
El presidente turco decretó un luto nacional de siete días y el cierre de escuelas durante una semana.