Uruguay leyó en su libro y Cavani hizo la diferencia. Ahora es la Vinotinto la que está contra la pared
Uruguay planteó el partido como se esperaba. Venezuela -sabiéndolo- apostó a ganarle en su ley. Y no pudo. Fue el resultado de un equipo que impone su juego, la jerarquía que da la experiencia de sus baluartes, rubricado por un lance individual de quien no debía sorprender por su reconocida calidad como artillero.
El lamentable balance es que, si bien los números permiten mantener la opción -y mientras eso suceda, hay que «echar el resto»-, Brasil se puso lejos. Muchas consideraciones pueden hacerse -y ya se han hecho- en torno al desempeño de la Vinotinto, pero no hay duda que, a pesar de dominar territorialmente el encuentro y crear algunas oportunidades, la discipllina táctica charrúa para mantener firmeza en su planteamiento, sin desordenarse, recibió el premio con el gol de Cavani.
¿Que el goleador del «calcio» recibió la pelota completamente solo en su demarcación -ausente Luis Suárez, debió ser el primer objetivo de la marcación criolla-, que maniobró muy bien en el enganche, en el perfilarse para concluir y remató de manera impecable? Todos lo vimos. Pero son esos momentos, precisamente, los que definen partidos de importancia capital.
Porque globalmente el desempeño de la defensa fue acertado. Especialmente de Túñez y Vizcarrondo, seguros y claros en la salida. De Rosales por su trabajo en la marca y su apoyo al ataque- Y un Seijas notable, muy ofensivo, con una suplencia que clama titularidad. Eso sí, en el medio campo hubo una brecha aprovechada por los uruguayos en sus escasos ataques, generando alarma por la facilidad con que ganaban metros. Pero Lucena cumplió con acierto y Rincón, aunque descontrolado -lo que le costó la expulsión, pero ya se le veía exaltado- también hizo el trabajo. Como la entrega de Arango y «Maestrico», aunque el primero no estuviera en todo su esplendor.
Adelante hubo más problemas, como siempre. Extrañó el descarte de los candidatos «livianos», de toque y brega, irreverentes, para oponer un cuadro de fuerza a los duros charrúas. Pero Feltscher no fue solución y debió ser cambiado antes. Y Rondón, que mostró su calidad en la batalla individual, tuvo pocas oportunidades ante una zaga que si por algo se caracteriza es por su fuerza, por su presencia y orden en el área y por su control del juego aéreo. Hizo falta el toque desequilibrante.
La Vinotinto lo intentó. Por el centro y por las bandas (quizás debió ser más insistente abriendo la cancha), pero no logró crear fisuras que le permitieran mejores oportunidades. Un disparo de Rondón, el de Rosales al final, el bote que dio Musleras al primer tiro libre de Arango, fueron las mejores ocasiones, pocas para un equipo que tuvo tanto tiempo la pelota y que no dejó de atacar, aunque sin suficiente claridad. No es la primer vez que un equipo cede la posesión y se amuralla -pero capaz de contragolpear para no ser arrollado- para buscar un marcador mínimo.
Hay muchas cosas para el análisis, Que irán con la evaluación general de la eliminatoria. Porque ahora es preciso pensar en lo que resta. Mantener el convencimiento de que sí, que todavía hay posibilidades de conseguir el cupo, aunque ahora es muy difícil porque, además, se dependerá de otros resultados.
Pero es bueno recordar que en la aspiración de ir al mundial, es prioritario, sustantivo, tener éxito como local. Y aquí se han perdido dos juegos con rivales directos, Chile y Uruguay, decisivos en la caída al quinto puesto, primero, y ahora al sexto. Sin hacer goles, el problema más grande de la Vinotinto, penúltima de la tabla en esa faceta.
El resultado del martes en Cachamay seguirá dando mucho que hablar. Y ya comienzan a escucharse críticas que alcanzan incluso a los medios, supuestamente generadores de esperanzas sin suficiente base.
El tema da para mucho más. Pero ahora se impone repetir lo que ya una vez se hizo: ganar en Santiago. Y sumar los 6 puntos como local ante Perú y Paraguay. Porque se hizo más lejos de aqui a Brasil.
Armando Naranjo
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