En el momento indicado, muchas veces, nosotras sabemos qué hacer. Y en el amor, les llevamos ventajas a los hombres, ya que ellos no han desarrollado como las mujeres esa vocecita interna que avisa sí se va por buen camino o, por el contrario, se está en grave peligro
“Cuando Alberto le hacía algo como perderse un día y no contestaba las llamadas de ella por la razón que fuera, Claret le recordaba que tenía varios pretendientes tras de sí. Entonces, él cambiaba rápido de actitud, hasta que se le olvidaba y volvía a hacer de la suyas, pero él sabía que iba a tener su merecido”
Como la mujeres contamos con un mayor desarrollo del instinto que los hombres, terminamos siendo más asertivas que ellos. Esa habilidad goza de una base científica, pues obedece a una actividad superior del hemisferio derecho que tienen las mujeres en relación a los hombres. Por ejemplo, cuando nos atrae un ejemplar masculino, sabemos qué hacer mientras que, cuando, inesperadamente, una dama les despierta a ellos las ganas de amar, los varones se pueden complicar.
Lo anterior no significa necesariamente que, en nuestro aval, hayamos tenido varios amores, sino que tal atributo es una marca de nacimiento. Entonces, por más duchos que ellos sean, siempre habrá una chica que los sorprenda hasta hacerlos dudar de sus habilidades eminentemente masculinas o, en cambio, por más cuidadosos que resulten, gracias a esta facultad, si andan en malos pasos, ellos terminan descubiertos.
1.Desde el vientre materno
Claret lleva su vida sin muchas complicaciones. Largo hasta la cintura tiene su cabello de un tono rubio platinado que recuerda en estampa a esas figuras angelicales. Como regalo de la naturaleza, cuenta con una cinturita de avispa que salta a la vista. Y con apenas veintidós años de edad, por su madurez, parece que anduviese por los treinta.
Camina sensualmente. Lo hizo así desde los nueve años. Ella no es la única que aprendió esa manera de andar propia de la mujer latinoamericana. Desde que estaba en el colegio de monjas, sus amigas también sabían dirigir ese vaivén con mucha gracia.
Asimismo, estas jovencitas sabían qué decir en el momento y lugar indicado. Aparte de esto ellas también sabían muchas cosas sin que alguien se los dijera, o entendían lo que ocurría a su alrededor mejor que sus compañeros del sexo masculino siempre pensando en lo inmediato, en lo práctico y en lo tangible.
De igual manera, siempre, Claret ha sabido escuchar, y aparte de identificarse con los problemas de los demás, de sus labios brotaba un sabio consejo que, en buena hora, llegaba y hacía que una luz mágica aclarara lo que antes oscuro estaba, porque ella estaba hecha de un material que la llevaba a entender y a escuchar mucho mejor a los demás que alguien del sexo masculino.
2. Ventajas que mucho pesan
A los doce años, Claret tuvo su primer novio, de quince años. Por su inexperiencia en el amor, el pobre llevaba varios meses tras de ella intentando conquistarla, pero cada vez que frente de sí estaba, él tartamudeaba, perdía entonces la capacidad de decir algo inteligible por lo que se volvía insignificante ante los ojos de ella. Se llamaba Carlos. Mientras que el joven lloraba por no saber cómo hacer para que Claret lo tomara en serio, ella lucía tan segura de sí misma que espantaba las pretensiones de cualquier enamorado dejando una estela de decepciones en los varones buscaban despertar su atención.
Parece que siempre, o por lo menos la mayoría de las veces, pasa del modo anterior. Desde temprana edad, las mujeres les llevamos a los hombres una ventaja considerable en eso del coqueteo y de saber lo qué le pasa al otro aunque nadie nos lo haya dicho, pero cuando entregamos el corazón nos volvemos tontas y disminuimos la potencialidad de tales habilidades, aunque nunca del todo porque siempre se mantienen ahí latentes aunque queramos ignorarlas.
La relación entre Carlos y Claret duró hasta cuando ella inició sus estudios universitarios. Ahí, fue cuando las metas de ella cambiaron. El matrimonio no era una prioridad. Además, esta joven no lo amaba tanto como para convertir sus anhelos en deseos de ambos, así que comenzó a alejarse hasta que cuando él notó ya era demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido y dar vuelta atrás.
3. Una inteligencia superior
Dos años después de la ruptura con Carlos, Claret se dejó conquistar por Alberto, alto, delgado, apuesto, de sonrisa sensual y ojos claros. Pues, aunque a ella, este hombre demasiado le gustaba, esta dama dejó que fuera él quien la persiguiera por un tiempito mientras que ella jugaba a hacerse la inalcanzable, ya que a los hombres les encanta que sean ellos los que conquisten a las mujeres, pero no saben que es una la que decide sí o no quiere dejarse cautivar por ellos.
Ya Claret tenía dieciocho años. Alberto, veintitrés años. No obstante, ella era más madura que él. Después de dos años de amores, ella comenzó a pensar en el matrimonio, en ser la mamá de los hijos de su amado y en un techo que compartir. Estaba bien enamorada. Tenía la mirada ida y el corazón lleno de ese amor que a leguas se le notaba. Entonces, el ego de él se creció, pero no tanto, pues, Alberto también la amaba, y no soportaría jamás verla en brazos de otro hombre, así que aplicaba ese dicho popular que reza: “el que no cuida lo que tiene a pedir se queda”.
Lo anterior bien lo sabía Claret aprovechar. Cuando Alberto le hacía algo como perderse un día y no contestaba las llamadas de ella por la razón que fuera, Claret le recordaba que tenía varios pretendientes tras de sí. Entonces, él cambiaba rápido de actitud, hasta que se le olvidaba y volvía a hacer de la suyas, pero él sabía que iba a tener su merecido. Por eso, aunque pifiaba y se molestaba por las acciones de su amada, con suma rapidez, volvía al carril; así que con este varón ocurría lo contrario de lo que dice esta frase: Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde; pues él sí sabía lo que podía perder y cuánto lo lamentaría.
Sexto sentido
√ En el momento indicado, muchas veces, nosotras sabemos qué hacer. Y en el amor, les llevamos ventajas a los hombres, ya que ellos no han desarrollado como las mujeres esa vocecita interna que avisa sí se va por buen camino o, por el contrario, se está en grave peligro.
√ Por eso, si hay algo de que los varones puedan temer es al sexto sentido femenino, un don divino, una manifestación del instinto más desarrollada. Y que, por más cuidadosos que sean en borrar las huellas de sus andanzas, ese no sé qué nos indica en que pasos ellos andan.
La voz de la mujer / Isabel Rivero De Armas