Al celebrarse el bicentenario del nacimiento del gran maestro italiano, es oportuno recordar que fue uno de los genios de la escena lírica europea durante la segunda mitad del siglo XIX
Nace en la población de Roncole, actual Italia (1813-Milán, 1901), en el seno de una familia muy modesta. Se convierte pronto en el organista de la iglesia de su pueblo, tuvo la fortuna de contar desde fecha temprana con la protección de Antonio Barezzi, un comerciante de Busseto aficionado a la música que desde el primer momento creyó en sus dotes.
Gracias a su ayuda, el joven pudo desplazarse a Milán con el propósito de estudiar en el Conservatorio, lo que no logró porque, sorprendentemente, no superó las pruebas de acceso.
Fue uno de los genios de la escena lírica europea durante la segunda mitad del siglo XIX, contemporáneo de Wagner, y como él un compositor eminentemente dramático, Verdi fue el gran dominador. Su arte no fue el de un revolucionario como el del alemán, antes al contrario, para él toda renovación debía buscar su razón en el pasado. En consecuencia, aun sin traicionar los rasgos más característicos de la tradición operística italiana, sobre todo en lo concerniente al tipo de escritura vocal, consiguió dar a su música un sesgo nuevo, más realista y opuesto a toda convención no justificada.
Relato de sus comienzos
Tras estudiar con Vincenzo Lavigna, quien le dio a conocer la música italiana del pasado y la alemana de la época, fue nombrado maestro de música de Busseto en 1836, el mismo año en que contrajo matrimonio con la hija de su protector, Margherita Barezzi. El éxito que en 1839 obtuvo en Milán su primera ópera, Oberto, conte di San Bonifacio, le procuró un contrato con el prestigioso Teatro de la Scala. Sin embargo, el fracaso de su siguiente trabajo, Un giorno di regno, y, sobre todo, la muerte de su esposa y sus dos hijos, lo sumieron en una profunda depresión en la que llegó a plantearse el abandono de la carrera musical.
Verdi no sólo consiguió su consagración como compositor, sino que también se convirtió en un símbolo de la lucha patriótica por la unificación política del país. I lombardi alla prima Crociata y Ernani participaron de las mismas características. Son éstos los que el compositor calificó como sus “años de galeras”, en los cuales, por sus compromisos con los empresarios teatrales, se vio obligado a escribir sin pausa una ópera tras otra.
Esta situación empezó a cambiar a partir del estreno, en 1851, de Rigoletto, y, dos años más tarde, de Il Trovatore y La Traviata, sus primeras obras maestras. A partir de este momento compuso sólo aquello que deseaba componer. Su producción decreció en cuanto a número de obras, pero aumentó proporcionalmente en calidad. Y mientras sus primeras composiciones participaban de lleno de la ópera romántica italiana según el modelo llevado a su máxima expresión por Donizetti, las escritas en este período se caracterizaron por la búsqueda de la verosimilitud dramática por encima de las convenciones musicales.
Aida y su nueva tendencia
Aida (1871) es ilustrativa de esta tendencia, pues en ella desaparecen las cabalette, las arias se hacen más breves y cada vez más integradas en un flujo musical continuo –que no hay que confundir con el tejido sinfónico propio del drama musical wagneriano–, y la instrumentación se hace más cuidada. Prácticamente retirado a partir de este título, aún llegó a componer un par de óperas más, ambas con libretos de Arrigo Boito sobre textos de Shakespeare: Otello y Falstaff, esta última una encantadora ópera cómica compuesta cuando el músico frisaba ya los ochenta años.
Se puede decir que sus primeros éxitos están relacionados con la situación política que se vivía en Italia.
Aparte de su calidad artística, sus óperas servían además para exaltar el carácter nacionalista del pueblo italiano. Quizás el Va pensiero (coro de los esclavos de la ópera Nabucco) es uno de los coros más conocidos de Italia por esta razón. De esta forma, Verdi triunfa en Milán.
Su gran dolor y su vuelta a la música
La muerte de su esposa y su hija, que contrasta con la creación de sus óperas más populares y queridas, le sigue un período de dificultades personales, con la muerte de su primera mencionadas Rigoletto, La Traviata e Il Trovatore. Gracias a los éxitos conseguidos, Verdi puede apostar por un estilo más personal en sus óperas y presionar a libretistas y empresarios para que arriesguen y experimenten un poco más. Es notable, en este sentido, la forma en que se engendró la ópera Macbeth, con unos arduos, e incluso despóticos, ensayos para lograr que el texto fuera más hablado que cantado. Verdi consigue su cometido y el éxito de estas óperas es también notorio.
Opinión de expertos
Muchos consideran que la madurez del compositor se percibe en las obras que siguen a este período; por ejemplo, Don Carlos, que fue compuesta para la Gran Ópera de París; Aida, compuesta para la Ópera de El Cairo; Otello y Falstaff, con libreto de Arrigo Boito basado en Shakespeare. Algunas de estas obras no son bien recibidas por el público o los críticos, que las calificaron de demasiado wagnerianas, crítica que el autor siempre rechaza.
En sus últimos años, Verdi compuso algunas obras no operísticas. A pesar de no ser particularmente religioso, compuso obras litúrgicas, como la misa de Réquiem (1874) y el Te Deum. También compuso el himno de las naciones, que incluye las melodías de los himnos de Italia, Francia, Inglaterra y de Norteamérica sobre texto del poeta Arrigo Boito (1862) y un cuarteto para cuerdas en mi menor (1873).
Falleció en Milán, el 27 de enero de 1901, debido a un derrame cerebral. Dejó su fortuna para el establecimiento de una casa de reposo para músicos jubilados que llevaría su nombre: “Casa Verdi”, en Milán, donde está enterrado. Su entierro suscitó gran conmoción popular y al paso del cortejo fúnebre el público entonó espontáneamente el coro de los esclavos de Nabucco («Va pensiero sull’ali dorate»).
Su legado al mundo
**** Algunas de sus obras más importantes y significativas son:
Un Giorno di Regno. Nabucco. I Lombardi alla Prima Crociata. Ernani. Giovanna d’Arco. Macbeth. Jérusalem. Il Corsaro. Stiffelio. Rigoletto. Il Trovatore. La Traviata
Les Vêpres Siciliennes. Simon Boccanegra. Aroldo. Un Ballo in maschera. La Forza del destino. Don Carlos. Aida. Otello. Falstaff.
Obras no operáticas
Inno delle Nazioni (1862). Cuarteto de Cuerdas en Re Menor. Missa da Requiem.
Cuatro Piezas Sacras (1889 – 1898)
Un Domingo con Salomón
Salomón Benshimol R.
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