El primer paso para resolver un problema es reconocer que se tiene. Más aún la eyaculación precoz que es algo que no se puede esconder. Afecta grandemente la vida en pareja dejando una estela de decepción, tristeza y vergüenza que evita que se tomen cartas en el asunto
Es algo muy común en los hombres. Casi tanto como los problemas de erección. Consiste en la incapacidad de controlar la eyaculación que se produce en menos de dos minutos después de la penetración. Esta situación dura por lo menos seis meses seguidos, que es el tiempo reglamentario para considerarla como tal, una disfunción sexual masculina.
Lo anterior se llama eyaculación precoz e interfiere en la relación de pareja negativamente porque afecta el ritmo de amar de quien la padece provocando insatisfacción en su compañera sexual. Por ende, la clave está en reconocerlo para luego someterse a un tratamiento para mejorar esta condición porque muchos hombres la parecen pero por vergüenza no la aceptan.
1. Un amor correspondido
Lulú se había casado muy joven con Camilo. Apenas tenía dieciocho años cuando lo conoció, y al año él le pidió matrimonio. Él había sido su primer hombre. Su primer beso se lo dio Camilo. Él tocó sus manos en señal de que ella era su novia después de que ella afirmara con la cabeza una vez que él hiciera la conocida pregunta. En tocar sus manos también él fue el primero. Pronto los dos se amaron, justo a partir de ese momento, pero consumaron ese amor una vez casados.
Aunque Camilo sí había tenido una que otra novia antes que Lulú, ella para él había sido también la primera que había tocado su corazón. Apenas la vio, quedó prendado de ella. Él se dejó cautivar por su figura, esos ojazos claros, esa sonrisa franca y esa calma que transmitía que parecía que nada la perturbaría ni incluso los problemas conyugales presentes en toda relación.
Apenas Lulú vio a Camilo, sintió algo indescriptible. Como si ese hombre cuando le pidiera algo ella lo complacería en todo. No era capaz de razonar mucho con el corazón lleno de tanto amor que empalagaba lo que tocara.
Se casaron. Lulú estaba preciosa vestida de blanco. Lucía una figura tan tallada que parecía una princesa de cuentos infantiles. Tenía una sonrisa angelical. Él se veía tan apuesto que nada le podía envidiar a cualquier joven galán. Con aquel porte, esa sonrisa varonil y mirada de ángel él también parecía un príncipe.
Hasta ahí todo marchaba bien, pero las nubes negras no tardarían en aparecer cuando a la hora de hacer el amor, Lulú quedara con la mirada en el techo y de brazos cruzados preguntándose si el acto sexual había concluido o era un simple descanso.
2. Los primeros años de matrimonio
Como Lulú no sabía de asuntos de cama, no podía comparar a Camilo con otros hombres. Lo cierto es que los momentos de pasión entre los dos duraban poco. Por lo menos, muchas veces, quizá la mayoría, ella no alcanzaba la satisfacción plena.
En un principio, Lulú pensó que el problema estaba en ella misma. Después, empezó a dudar hasta preguntarse si todos los hombres serían como Camilo, que tenían un ritmo de amar muy rápido mientras las mujeres necesitaban más tiempo para quedar satisfechas. Y eso era lo que los diferenciaba a las féminas de los varones.
Debido a que el asunto era delicado, Lulú prefirió no hablarlo con Camilo. Por lo menos, no en ese momento, para evitar herirlo y poner en riesgo el vínculo amoroso que ambos mantenían.
A pesar de lo anterior, él había comenzado a notar que algo pasaba con ella, pues, lo miraba con detenimiento como si quisiera hablarle de algo importante, pero no terminaba de hacerlo, más bien lucía meditabunda y algo desconcertada, sin saber cómo empezar una conversación tan difícil que podría acabar con su matrimonio.
Entonces, comenzó a sentir vergüenza, pues, él sabía que a veces su ritmo de amar lo dejaba mal parado, pero lo extraño de esto fue que este marido, al igual que su mujer, callaron en ese momento sumando más incertidumbre, vergüenza y decepción a la situación que ambos vivían.
3. Admitiendo el problema
Así comenzó a pasar el tiempo hasta que Lulú decidió hablar con sus amigas para preguntarles sí sus esposos eran como Camilo. Las respuestas no tardaron en sorprenderla, pues, parecía que el problema tenía el nombre específico de eyaculación precoz. Por ello, la solución era hablar francamente con él, para así, juntos, pedir asistencia profesional, porque eso les competía a ambos.
El asunto era asimismo cómo Lulú convencería a Camilo de buscar tal ayuda, pues, pocos hombres se atrevían a reconocer que tenían ese problema que afectaba drásticamente su vida sexual al menos que estuvieran a punto de perder a la mujer que amaban.
Pasaron unos días. Al transcurrir la semana, Lulú decidió hablar con Camilo. Estaba nerviosa. No sabía cómo decírselo. Se llenó de valor. Esperó que llegara del trabajo, comiera y descansara. Luego, tomó aire; pausadamente fue comentando su inquietud mientras las manos le temblaban y observaba con detenimiento el rostro de su marido.
La primera reacción de Camilo se tradujo en vergüenza. Después sintió algo de molestia, pero como la amaba tanto se calmó porque sabía que podía perderla. Por último, ese día, él le prometió a su mujercita visitar un experto.
Camilo no tardó en hacerlo para sorpresa de Lulú. Recibió terapia con un sexólogo, y con ello mejoró significativamente ese ritmo de amar rápido que tenía su causa en experiencias pasadas; en concreto, en la manera en cómo se había iniciado en el sexo; siempre, a escondidas, con premura, con el temor de ser descubierto y de recibir una sanción por ello.
Tomando cartas en el asunto
El primer paso para resolver un problema es reconocer que se tiene. Más aún la eyaculación precoz que es algo que no se puede esconder. Afecta grandemente la vida en pareja dejando una estela de decepción, tristeza y vergüenza que evita que se tomen cartas en el asunto.
La solución no está en pastillas milagrosas ni tampoco en cremas mágicas, sino en buscar la ayuda de un especialista, un sexólogo en este caso, para someterse a terapia. Entonces, gracias al tratamiento médico, al apoyo de la pareja y a la determinación de quien sufre la disfunción se encontrará una luz al final del túnel