La lucha de nuestros próceres por la libertad siempre estuvo ligada a la lucha por la unidad latinoamericana. Desde el Río Bravo hasta la Patagonia encontramos más aspectos que unen a nuestros pueblos, que los que nos dividen. Nos parecemos en nuestra historia, en nuestra geografía, en nuestras riquezas y carencias, en nuestra fe. Pero sobre todo, nos parecemos en nuestro futuro. Divididos estamos destinados a la pobreza y al fracaso. Nos enfrentaríamos, como enanos, ante problemas gigantes. Por el contario, mantenernos unidos robustece nuestras fortalezas, nuestros pueblos, nuestra cultura. Juntos, indudablemente, estamos destinados a la victoria.
El imperio, el de hoy y el de ayer, ha tenido clara la necesidad de mantenernos divididos, de fraccionarnos, de atomizarnos, de crear pugnas entre nosotros, de acentuar nuestras diferencias y borrar nuestras coincidencias. Se han valido de distintas vías, y cuando no lo han logrado por la vía ideológica lo han impuesto por la fuerza. Por la fuerza del control económico, al condicionar los préstamos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial o por la fuerza militar, acometiendo invasiones, infiltrando nuestras fuerzas armadas e instalando bases militares a lo largo de nuestra región.
El mayor ejemplo de fragmentación de nuestra América fue la triste noche neoliberal de los años noventa, cuando nuestros gobiernos cedieron toda la soberanía, se alejaron de sus pueblos hermanos, acataron toda la receta imperial y utilizaron las fuerzas armadas como muro de contención de un pueblo desesperado, que se rebelaba para sobrevivir.
Sin embargo, esa década neoliberal también fue un período de resistencia de los pueblos, marcado por la lucha y victorias tempranas. Cuando la visión neoliberal creía que se producía “el fin de la historia” Caracas se rebeló, primero su pueblo, luego sus soldados y finalmente, la conjunción cívico militar. Esa alianza tomó el poder y con el poder cambió el rumbo hacia un Estado social de derecho y justicia, y según esa convicción votó en solitario contra el ALCA.
Unos años después, ya no somos unos solitarios, nuestros caminos se encuentran de nuevo, nuestros pueblos eligen gobiernos que se parecen a ellos, nuestras patrias empiezan a fundirse en una sola patria, la Patria Grande, la patria de Bolívar. Así vemos cómo nace la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, un espacio de sueños, de caminos por recorrer a la vitoria definitiva de nuestros pueblos.
23 de enero, las dos caras de la moneda
El 23 de enero de 1958 fue derrocado Marcos Pérez Jiménez, después de haberse realizado un plebiscito que agudizó la crisis política que vivía el país, crisis que se expresó en el levantamiento militar de Hugo Trejo, el primero de enero, y que fue acompañada por distitintas manifestaciones de condenas a la dictadura militar y convocatorias a paros generales que concluyeron en la hauida del dictador en la conocida Vaca Sagrada y en el establecimiento de una junta patriótica presidida por el revolucionario Fabricio Ojeda.
Aquella mañana del 23 de Enero, el pueblo rodeaba Miraflores para celebrar la caída de la dictadura y llenar de pueblo una nueva etapa política de nuestra historia. Pero esa misma noche las oligarquías se reunían para recomponerse y cercar la euforia popular. Ya en los Estados Unidos se había acordado, entre los principales líderes de los partidos de la oligarquía, no permitir que el pueblo se hiciera cargo de su destino. Dicho acuerdo fue ratificado como el pacto de Punto Fijo, y dio inicio a la última dictadura de Venezuela. Ese convenio garantizaba que el poder se mantuviera, sin riesgo, en control de la oligarquía y al servicio de los intereses imperiales. Incorporó un “teatro” de elecciones periódicas y al mismo tiempo ilegalizaba partidos, se desaparecían y asesinaban disidentes, dirigentes populares, y se entregaban las riquezas y la soberanía del país. Esta dictadura llegó al extremo de asesinar al mismo Fabricio Ojeda, quien presidía la denominada “Junta Patriótica”, conformada por grupos y movimientos políticos que influyeron de forma determinante en el derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez.
Sin embargo, las cuatro décadas del punto fijismo fueron combatidas en pueblos, barriadas, universidades e industrias de manera decidida. Vivimos una larga confrontación armada del pueblo organizado contra un ejército preparado en los EEUU. Fue en Venezuela donde se inició la triste práctica de las desapariciones políticas. Recientemente se dieron a conocer los resultados de la investigación de Noel Rodríguez, una de las tantas víctimas del punto fijismo. También tuvimos una larga lucha popular, cuyo máximo nivel de expresión lo conocemos como el Caracazo, rebelión popular contra las medida neoliberales de finales de los ochenta, y también se produjo una confrontación en el seno de las Fuerzas Armadas que se expresó con mayor fuerza en la insurrección militar del año 1992.
La década del noventa fue la del mayor auge en el mundo, de la postura neoliberal, pero en Venezuela significó el fin del punto fijismo. Ya llevamos 14 años de democracia participativa y protagónica. Gracias a las luchas del pueblo y de las Fuerzas Armadas logramos terminar con la dictadura punto fijista. Y en pleno proceso de construcción de un nuevo modelo social de derecho y de justicia, así como de confrontación con la vieja forma de hacer política, fue como celebramos los 55 años del “23 de enero”. El pueblo en las calles, con alegría y con ganas de seguir construyendo nuestra democracia. Mientras, la oligarquía encerrada, derrotada y dividida.
Debemos seguir avanzando para que el pueblo más nunca sea trai<cionado y derrotado.
Lecturas Políticas Héctor Rodríguez Castro * / hector@psuv.org.ve
Twitter: @hectorodriguez / * Ministro del Poder Popular para el Deporte