Con un 1-1 en casa, el conjunto blaugrana definió una serie reñida ante el PSG francés
Barcelona sufrió más de lo esperado para clasificarse por sexta vez consecutiva para las semifinales de la UEFA Champions League, e incluso necesitó de un rengueante Messi para igualar el tanto logrado por Pastore al inicio de la segunda mitad y eliminar a un gran PSG que hizo méritos suficientes para pasar.
Vilanova acabó con las especulaciones una hora antes del inicio del encuentro: Messi empezaría en el banco y Adriano sería la pareja de Piqué en el eje de la zaga. Lo que no imaginaba el técnico azulgrana es que la eliminatoria se pondría tan fea y al final tendría que echar mano al crack argentino.
Por el cuadro visitante, Ancelotti alineó a Thiago Silva como jefe de la defensa disipando todas las dudas sobre su estado físico. Sin el sancionado Matuidi, el héroe de la ida con su gol en el tiempo añadido, Verratti y Thiago Motta ocuparon el centro del campo del conjunto parisino.
El damnificado por la entrada del ítalo-brasileño fue, tal como se esperaba, Beckham, que pagó en el Camp Nou su discreto partido en el Parque de los Príncipes.
El choque empezó bien para el Barça. Un falta cerca del área dejó bien perfilado a Xavi para que probase directo al arco. El de Terrassa golpeó con intención, pero el balón se estrelló en el lateral de la red provocando un efecto óptico que hizo que medio estadio cantara el gol.
Sin embargo, la falta de Xavi, una jugada de Pedro por la izquierda y un tiro alto de Villa fue todo el bagaje ofensivo en la primera mitad de los locales, que no pusieron ni una sola vez a prueba a Sirigu en los primeros 45 minutos de juego.
El PSG se repuso rápidamente del susto inicial con dos rápidas llegadas. Una acabó con un inocente disparo de Lavezzi y la otra vino provocada por una pérdida de Busquets que obligó a Piqué a salir raudo al corte.
Hizo un mal partido el mediocentro azulgrana. Busquets suele ser el termómetro del equipo y no anduvo fino el de Badía, una señal inequívoca de que las cosas no iban bien para los locales.
Con la defensa demasiado echada atrás, las líneas separadas y el equipo partido en dos, el Barcelona perdía el esférico con facilidad y sufría como nunca para controlar las embestidas del PSG, que robaba a la primera ocasión, salía rápido a la contra aprovechando la velocidad de Lucas Moura y bombardeaba a Valdés desde fuera del área a la mínima oportunidad.
Ibrahimovic y Pastore ofrecían algún destello de calidad, pero el verdadero peligro lo llevaban Moura y Lavezzi, quienes lo intentaron un par de veces cada uno, pero o les faltó puntería, o se estrellaron con el meta azulgrana.
Con Xavi desaparecido, el Barcelona no tenía el timón y el ritmo del partido lo marcaba el conjunto visitante. Sólo Iniesta, al que le tocaba hacer de Messi, aunque fuera Cesc el que ocupara la posición de falso ‘9’ del astro argentino, se salvaba, con su repertorio técnico habitual, del descalabro azulgrana.
El 0-0 con el que se llegó al descanso era la mejor noticia para los catalanes tras lo visto en la primera mitad, pero el PSG sólo le dio tregua 20 minutos: los 15 del intermedio y los cinco que tardó Pastore en anotar en una contra tras la reanudación.
Faltaba todavía un mundo, el Barça necesitaba un gol y Messi, al que ya no le quedaban uñas en el banco, miraba de soslayo a Vilanova esperando a que éste le llamara para calentar.
Cuando la Pulga empezó a correr la banda, el Camp Nou enloqueció, pero en el césped sus compañeros seguían dormidos tal que ya habían propiciado, con sus pérdidas absurdas, un par de peligrosas contras del rival. En una de ellas, Pastore pudo sentenciar la eliminatoria, pero no acertó en el remate.
Messi salió al rescate de su equipo la última media hora y el Barça, por fin, encerró al PSG. Aun rengueante, dosificando cada uno de sus esfuerzos, echándose la mano al muslo derecho en cada interrupción, el efecto catártico del mejor jugador del mundo fue total.
Una jugada suya en la frontal en la que combinó con Villa acabó con un zurdazo de Pedro que metía al Barcelona de nuevo en la eliminatoria (1-1) a 20 para el final. Fueron sólo 10 minutos de asedio azulgrana, apenas dos tiros entre los tres palos -los dos únicos que hizo en todo el partido- pero suficiente para recuperar el mando de la eliminatoria y meterle el miedo en el cuerpo al PSG.
Al equipo de Ancelotti se le empezó a acabar la nafta y decidió echarse definitivamente atrás en busca un último contragolpe letal. Pero a esas alturas del choque, el Barça ya no se permitió más frivolidades atrás. Arriba, Iniesta incluso tuvo la opción de marcar el segundo en un maravillosa jugada personal, pero su disparo, muy forzado, se estrelló en el exterior de la red.