Los jerarcas del oficialismo tienen su estribillo de temporada: “pero tenemos patria”… En efecto, ante cualquier crítica o denuncia, y sobre todo cuando ésta versa sobre un problema o drama flagrante, la respuesta está siendo la misma: “pero tenemos patria”.
Queriendo significar, desde luego, que sí puede ser verdad tal o cual situación negativa, pero que se trata de una nimiedad en comparación con haber logrado “tener patria” gracias a la “revolución”. Y bueno, de ese estribillo no los saca nadie.
En realidad, tal estratagema publicitaria no empezó ahorita, sino que adquirió cierto relieve en la campaña electoral del 2012. Recordemos que el entonces presidente-candidato Chávez llegó a decir que los apagones, o la escasez o la inseguridad no importaban tanto si se les comparaba con grandes logros como la “independencia o la soberanía o la patria re-conquistada”.
Y bueno, para ser justos, la estratagema tampoco es que fuera original de ese contexto, sino que fue calcada de la retórica castrista. Eso es lo que alegan Fidel y Raúl cuando ponderan a la “revolución cubana”. Ante la miseria antillana del archipiélago, lo que alegan es que “no importan los sacrificios porque tenemos patria libre y soberana”… Lo mismito pues.
Es un patrón que se repite cuando se acaban las excusas. La apelación última al patrioterismo –cosa distinta del patriotismo, es la guarimba final de los que no tienen otra defensa argumental frente a las situaciones deplorables causadas por sus ejecutorias.
Ahora bien, eso de que por fin tenemos patria en Venezuela es una redonda ridiculez. Patria hemos tenido desde 1811, o desde 1821, o desde 1830, según la óptica de los historiadores, y no hemos dejado de tenerla hasta nuestros días. Otro tema es la fortaleza o la debilidad de la patria a lo largo de su historia bicentenaria.
Y en ese sentido, esta época del régimen bolivarista no es precisamente una de fortaleza de la patria venezolana. Y no la es porque la principal conquista política de la patria que es la democracia civil, se encuentra aplastada por una satrapía o despotismo habilidoso, que se disfraza de democracia pero procede como neo-dictadura o dictadura perfumada con ciertas formalidades democráticas.
Y la economía tampoco es una fortaleza presente de la patria. La macroeconomía (crecimiento, inflación, empleo) es un desastre, y la microeconomía también. Producimos mucho menos, importamos mucho más, estamos endeudados hasta la coronilla y hay escasez de todo, incluyendo alimentos y medicinas básicas. ¡Y con el barril de petróleo en 100 dólares!
¿Y qué decir de lo social? El que Venezuela se haya transmutado en uno de los países más violentos del mundo, no es un signo de fortaleza de la patria… Las viejas endemias vencidas en el siglo XX han rebrotado en el XXI. La petrobonanza no alivió la pobreza estructural, y en cambio ha potenciado la cultura populista.
En fin, de tener patria, la tenemos; como la hemos tenido a lo largo de más de dos siglos. Pero de tenerla fuerte o débil, la tenemos muy pero muy debilitada. Y es que el poder establecido, el poder rojo, se ha hecho poderoso a costa de debilitar a la nación venezolana. Y esa nación, nuestra nación, es lo que se llama patria.
Fernando Luis Egaña
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