«Quiero arrimarme a la gente. Es la mejor forma de expresar mi enfoque», había dicho el profesional de 47 años, sobre su trabajo. «Acercándome a ellos puedo hablar con la gente. Puedo escuchar sus puntos de vista — su dolor y sus esperanzas»
Ya fuese en el tsunami que asoló el noreste de Japón o en la conflictiva Sierra Leona, las historias de los más vulnerables, niños y pobres eran las que impulsaban el trabajo del periodista Kenji Goto.
La noticia de su asesinato en un video realizado supuestamente por insurgentes del grupo extremista Estado Islámico sumió a Japón en un estado de conmoción y duelo el domingo, días después de su difícil situación como rehén en Siria uniese a muchas personas para rezar por su liberación.
«Quiero arrimarme a la gente. Es la mejor forma de expresar mi enfoque», dijo Goto, de 47 años, sobre su trabajo. «Acercándome a ellos puedo hablar con la gente. Puedo escuchar sus puntos de vista — su dolor y sus esperanzas».
Goto, con coleta y una sonrisa despreocupada y amable, era un veterano periodista independiente que solía trabajar con otros cámaras y productores de televisión japoneses. Sus comentarios aparecían a veces en los principales medios de comunicación nipones.
En 2005 escribió un libro sobre el sufrimiento de los niños en Sierra Leona titulado «Queremos paz, no diamantes».
Pero Goto siempre insistió en que no era un reportero de guerra sino que, en su lugar, estaba dedicado a contar las historias de la gente de a pie, a un paso de la zona de conflicto.
Esto le llevó a campos de refugiados y orfanatos. Dio voz a las historias de niños que sufrían con la violencia, el hambre y las pesadillas.
En una prueba de su encanto e integridad, la gente respondió con un gran apoyo para intentar obtener su liberación.
Una página de Facebook, creada justo después de que la milicia extremista publicase su primer video el mes pasado, rápido obtuvo decenas de miles de «me gusta» y se publicaron fotos de personas, no solo de Japón sino de todo el mundo, sosteniendo carteles escritos a mano con el lema «Yo soy Kenji.»
«Kenji vive — en nuestros corazones. En nuestro trabajo diario. Cada vez que sonrían con los que le rodean seguro recordará esa gran sonrisa que siempre nos ofreció Kenji», escribió Taku Nishimae, un cineasta que vive en Nueva York y fue el creador de la página.
Una petición en internet pidiendo que el gobierno hiciese más para salvar a Goto recogió miles de firmas. Multitudes se reunieron ante la oficina del primer ministro con carteles que decían «Libertad para Kenji» y «Yo soy Kenji».
Quienes conocían a Goto dicen que era un hombre amable y honesto. En las calles de Tokio, el domingo muchos tomaban la edición especial del periódico Yomiuri con las últimas noticias, expresando su incredulidad porque sus captores llegasen a matar al periodista. El reportero estadounidense James Foley y el americano-israelí Steven Sotloff están entre los occidentales que han muerto a manos de los insurgentes radicales el año pasado.
«Kenji nos ha dejado en un viaje», dijo Junko Ishido, su madre. «Mi única esperanza es que podamos continuar con la misión de Kenji de salvar a los niños de la guerra y la pobreza».
Goto había sido capturado al menos una vez antes por insurgentes en Oriente Medio, pero les convenció para que lo dejasen marchar demostrando que era periodista.
Para salvar a otro rehén
Según su esposa, Rinko Jogo, y otros que hablaron con él, Goto viajó a Siria el año pasado para intentar salvar al otro rehén japonés, el aventurero Haruna Yukawa de 42 años. Yukawa fue mostrado muerto en un video publicado antes presuntamente por el grupo Estado Islámico.
El padre de Yukawa, Shoichi Yukawa, no pudo contener las lágrimas al conocer la noticia del asesinato de Goto.
«Era bueno. Y fue valiente», dijo a periodistas.
Goto fue a Siria solo tres semanas después del nacimiento de su segunda hija. Antes de su último viaje, hizo una grabación de video.
«No importa lo que me pase, siempre querré a la gente de Siria», dijo tranquilo, mirando directamente a cámara.
AP