Al principio de una relación, tanto mujeres y hombres mienten porque se quieren seducir mutuamente y garantizar de esa manera las posibilidades de éxito, que se traducen en una conquista segura, así que la sinceridad pasa a un segundo lugar
Cuando terminan descubriendo a los hombres mintiendo, muchas mujeres se han vuelto tan desconfiadas que han pecado en esa materia, hasta poner a los varones en aprieto.
A pesar de lo anterior, el asunto no es para preocuparte. Tanto los hombres como las mujeres mienten en una relación de pareja. Lo hacen para mantener altas las expectativas, continuar con el sueño de amor y las ilusiones vivas.
Sólo cuando se miente por infidelidad o para hacer daño, hacerlo se vuelve una práctica peligrosa, y hasta indigna. Y ahí cuando es justo evitar utilizar la mentira, para tapar cualquier mal comportamiento, que tendrá consecuencias negativas una vez que cause daño a terceros, o nos haga perder lo más preciado: la confianza del cónyuge.
1. Salidas inofensivas
María tenía una relación sentimental con Antonio. Se conocieron en una tasca cuando ella, junto a unas amigas, compartía unas cervezas. Ella llevaba un pantalón ajustado, una blusa holgada y tacones altos. Algunos hombres la veían como una mujer que no se complicaba por nada. Usaba el cabello corto; y cuando sonreía, cautivaba, esto pensaba Antonio, quien se enamoró apenas la vio.
Como odiaba dar explicaciones y asumir compromisos, Antonio no había querido tomarse a alguien en serio. Sin embargo, cuando vio a María, olvidó lo anterior. Y por un momento dejó de lado sus deseos de no comprometerse, para evitar pedir permiso o estar disculpándose por lo más mínimo, o someterse al juicio inclemente de su compañera, ya que siempre, ante él, saldría perdiendo.
De igual manera, María se dejó cautivar por Antonio. Aunque no era atractivo, tenía buena presencia, trato amable y buen humor, así que decidió darse una oportunidad viviendo un romance con él. Por más ideas liberales que invadían su mente, ella sí quería un compromiso, una relación bonita que le brindara la estabilidad emocional que desde hacía algún tiempo había estado buscando.
2. De sumisa a cuaima
Los fines de semana, Antonio invitaba a salir a María. La llevaba al cine, a visitar centros comerciales, y comer algo por ahí. Los dos disfrutaban bastante los encuentros, pero algo le inquietaba: ¿Por qué no se veían en la semana?
Antonio era soltero y trabajador. Se dedicaba de lleno a su trabajo resolviendo asuntos hasta mucho después de la hora de la salida. La mayoría de las veces ocurría de esa manera, pero, en otras ocasiones, también salía con los amigos para drenar el estrés y conversar de temas que sólo se hablan entre hombres, eso pensaba él.
Un jueves cualquiera, a las 7:00 pm, Antonio llamó de la oficina a María. Le dijo que después de ahí se iría a casa, y no fue así. Salió con Reinaldo, su compañero de trabajo. El sitio al que fueron quedaba cerca del lugar de labores. Compartieron unas cervezas y después cada uno terminó yéndose a su morada.
Aunque sabía que los hombres mienten, María confiaba en Antonio. Sin embargo, una vez dudó de sus palabras, y decidió llamarlo a su casa al rato de haber conversado con él, para comprobar que Antonio ahí no estaba.
A partir de ese momento, la sospecha siempre estaba presente en las conversaciones. Antonio juraba que no mentía y le pedía a sus amigos que dieran fe de su palabra. Luego, confesaría que sí lo hacía, que, a veces, compartía con un amigo, y que no había razones para alarmarse o preocuparse de sus salidas ocasionales e inofensivas.
Aquello de las mentiras piadosas pasó a ser más complejo. María, al igual que Antonio, comenzó a mentir. No se trataba de mentiras graves porque la infidelidad no había pasado por su cabeza. Ella quería a Antonio y lo aceptaba como era, con sus cualidades y defectos, pero estaba ocurriendo que ella había pasado de ser sumisa a controladora, hasta convertirse, como se dice en el argot coloquial, en una “cuaima”.
3. ¿Por qué mentimos?
Parece que se miente por algunas razones. Ese comportamiento hasta cierto punto puede considerarse aceptable en la sociedad. Y prueba de ello es que los niños en la escuela no acusan a quienes hacen travesuras porque temen ser calificados como “soplones”.
Por otra parte, algunos hombres, por ejemplo, mienten por sexo. Más de un varón por una noche de lujuria es capaz de cautivar a su interlocutora, aunque para ello sea necesario valerse de unas cuantas mentiras que serán descubiertas una vez logrado su objetivo.
Por otro lado, al principio de una relación, tanto mujeres y hombres mienten porque se quieren seducir mutuamente y garantizar de esa manera las posibilidades de éxito, que se traducen en una conquista segura, así que la sinceridad pasa a un segundo lugar.
Seguidamente, mentimos debido a que tememos que se descubra que se ha hecho algo que causará el desconocimiento de la otra parte, o sentimos temor de poner en evidencia los sentimientos: esto nos hace más vulnerable frente al otro.
Aparte de lo anterior, por una cosa u otra, mentir es más un asunto de género, las mujeres mienten para proteger los sentimientos de los demás y los hombres lo hacen por un tema de imagen.
Asimismo, algunos especialistas no aconsejan ser totalmente sinceros, ya que la sinceridad llevada al extremo puede lastimar haciendo a las parejas infelices.
Por consiguiente, todo se trata de un equilibrio en que la sinceridad extrema es contraproducente; de ahí que las mentiras “piadosas” algunos las disculpan, pero mentir para esconder un comportamiento infiel se convierte en una conducta perjudicial.
Cuándo mentir
pasa de inofensivo
a peligroso
** Aunque mentir para algunos es algo normal, y hasta cierto punto puede haber una justificación lógica detrás de una mentira, se puede convertir en un hábito que termine causando un daño irremediable cuando nos haga perder la confianza del otro.
** Algunas mentiras inofensivas pueden ser las que tienen que ver con quedar bien delante de la pareja; las que se hacen para halagar, o las que decimos para evitar mencionar algo del pasado que es mejor no traer al presente porque pierde su validez en el momento actual
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas