Posibilidades de activismo y lucha por la vida en sectores populares, más allá de quejarnos por lo que hace el gobierno o lo que deja de hacer la oposición…
Desconfiado, alerta, el caraqueño está todo el tiempo a la defensiva, buscando sobrevivir en esta especie de “todos contra todos” que algunos llaman “Patria Nueva”, en medio de una conflictividad social exacerbada y la arremetida brutal del hampa impune. Habiendo identificado las amenazas a la convivencia, las agresiones a la paz social en todo el país y específicamente en los mayoritarios sectores populares, como el más grave problema que como sociedad enfrentamos, es prudente identificar también los recursos de que disponemos para operar sobre esa situación y hacer lo que este a nuestro alcance para modificarla en positivo. En principio, podemos identificar tres de esos recursos-fortalezas: Compromiso profundo con el país (porque si esto no existe, la salida que muchos encuentran a los problemas del país… es Maiquetía); Visión de futuro para el país (porque si esto no existe podemos “movernos” pero no avanzar, porque “avanzar” implica saber hacia donde) y, finalmente, disposición a acompañar la palabra con el ejemplo (porque no hay más “propuesta” que la que se vive)…
El adversario es la violencia
Para aplicar en la dirección correcta los recursos de que disponemos, hay que precisar muy bien que el adversario es LA VIOLENCIA y que lo que nos interesa promover es su antítesis, es todo lo contrario a la violencia. Y, para sorpresa de muchos, lo contrario a la violencia NO es “la Paz”. La paz es un concepto filosófico, que puede abarcar desde la ausencia de guerra hasta la presencia de justicia social. El problema es que con los malandros no se puede filosofar… Lo contrario a la violencia tampoco es la “tolerancia”. De hecho la tolerancia es un acto de poder, ejercerla es un atributo del poder. Sólo “tolera” el que tiene poder para hacerlo, el que no lo tiene a lo único que puede aspirar es a ser “tolerado”… En realidad, y ese si es nuestro punto, LO CONTRARIO A LA VIOLENCIA ES LA CONVIVENCIA, porque esta sólo existe en ausencia de violencia, y su existencia inhibe o dificulta la aparición de la violencia.
La alternativa es la convivencia
La convivencia, como alternativa a la violencia, no es un estado contemplativo, de supuesta quietud. La convivencia (sobre todo en los sectores populares) es un proceso complejo, incluso tenso muchas veces. En los barrios y urbanizaciones populares hay personas, familias y sectores sociales que tienen empleo formal y acceso a diversos niveles de educación. Estas comparten espacio y circunstancia con personas, familias y sectores ubicados en otros estratos de pobreza, incluso pobreza extrema. Eso determina la existencia de intereses a veces contrapuestos, expresados por actores también distintos, de accionar a veces conflictivo
No hay convivencia sin reconocimiento del otro
En la nuez del tema de la convivencia esta el RESPETO. Sólo se puede convivir en comunidad con quien respete nuestra persona, nuestra familia, nuestros principios, nuestra propiedad. LO MISMO PIENSA EL OTRO RESPECTO A NOSOTROS. Y ahí llegamos a un tema capital: ¡EL RECONOCIMIENTO DEL OTRO!… Haciendo el razonamiento a la inversa, el resultado es evidente: Si yo NO reconozco al otro como una persona con los mismos derechos y atributos que yo, si descalifico sus opiniones, sus posiciones y su legitimidad como actor en la comunidad y en ocasiones extremas hasta su condición de persona, no puedo respetarlo. Si no lo respeto no puedo convivir con él. Y al fracturarse la posibilidad de convivencia, la violencia se convierte en algo que puede aparecer en cualquier momento. La vecindad pasa a ser entonces una bomba de tiempo…
¿Qué podemos hacer “en general” por la convivencia?
Reconocer y respetar el carácter plural, diverso, de las comunidades populares en que nos toca actuar, y las especificidades de cada una de ellas. No confundir “coherencia” con “uniformidad” en los esfuerzos que hagamos para desestimular la violencia y promover su contrario (la convivencia) en los sectores populares.
Reconocer y respetar la condición de persona informada del habitante de los sectores populares con quien queremos interactuar para desestimular la violencia. No confundir “precariedad económica” con “desinformación” o “desconexión” informativa. Asumir SIEMPRE que el ciudadano de los sectores populares probablemente este pre-informado sobre iniciativas parecidas a las que podemos proponer y eso puede tener incidencia en su aceptación o rechazo
Asumir y comprender las consecuencias sociales, culturales y psicológicas de la segregación física de los sectores populares. Si bien el habitante de los espacios populares puede no estar desconectado informativamente gracias a la TV por señal abierta o por cable, la radio, las redes sociales y la telefonía celular, muy probablemente si esté “desconectado” físicamente de las fuentes de empleo y centros de servicio ubicados en la cuadrícula urbana convencional, en la “ciudad formal”, lo que da lugar al establecimiento de códigos y conductas diferenciadas, sobre todo en la resolución de conflictos…
¿Y qué podemos hacer “en concreto” ?
Identificar, atraer y apoyar a actores locales claves por su capacidad de incidir en la formación de opinión y promoción de conductas en los sectores populares. Generalmente los comerciantes y pequeños empresarios tienen esa capacidad. Pero no son los únicos. Hay otros personajes (emprendedores, líderes-lideresas de la comunidad, abuelos, etc.) con los que también es importante establecer relaciones de calidad y eventualmente alianzas en función de objetivos precisos.
Investigar y consensuar EN PROFUNDIDAD los temas, tópicos o aspectos que podrían convertirse en centro de una iniciativa contra la violencia y por la cultura de la vida. No incurrir en el error de “suponer” que por tratarse de comunidades con muchas carencias y necesidades, “cualquier cosa que se nos ocurra hacer será ganancia para ellos…”
Ubicar FORMAS INDIRECTAS, pero eficientes y eficaces, de promover sobre el terreno cultura de la vida Vs. antivalores de la violencia. A pesar de la gravedad del problema de la violencia en los sectores populares, este tema rara vez sale a relucir en las denuncias que hacen sus pobladores. Esto ocurre porque los oficiantes de la violencia están allí mismo, puerta con puerta. Es importante entonces promover iniciativas que no generen reacciones adversas. Pero de producirse éstas, la ÚNICA forma de enfrentarlas tiene que ser el diálogo…
¡El que divide, mata!
Lo único que puede derrotar a la violencia es la convivencia, y solo puede haber convivencia si hay respeto y reconocemos al otro como nuestro igual. De manera que TODO lo que nos lleve al desprecio del otro, a la confrontación, a la polarización, es violencia. Así se disfrace de “demócrata” o de “revolucionario”, quien nos invite a descalificar a nuestro prójimo diciéndole “chaburro” o “escuálido” es en realidad un cómplice de la violencia, tan culpable del crimen como el malandro que aprieta el gatillo.
Enfrentemos entonces a ese subproducto de la política del odio que es la violencia, con una decidida militancia ciudadana por la convivencia, que es la vida.
¡Palante! ¡Fuerza, Venezuela!
RADAR DE LOS BARRIOS
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @radaremergencia