En el totalitarismo no existen sindicatos libres, ni gremios independientes, ni movimientos sociales autónomos, sino «parapetos» que simulan representar a la sociedad cuando en realidad son instrumentos de control y propaganda del régimen
Las agendas de los movimientos sociales autónomos y la de la Mesa de la Unidad Democrática son diferentes porque son actores de naturaleza y propósito sustancialmente distintos: la MUD es un actor político, una alianza de partidos, y su objetivo es la toma y ejercicio del poder para desde allí promover y realizar un programa integral e integrador de reconstrucción nacional que implique lograr la gobernabilidad política, la estabilidad económica y la convivencia social para, entre todos, construir una Venezuela en la que sus habitantes puedan alcanzar y sostener una elevada calidad de vida, y pueda al fin nuestro país entrar al siglo XXI, en vez de seguir retrocediendo hacia el XIX.
En cambio, los movimientos sociales autónomos (gremios, sindicatos, movimientos comunitarios, asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, etc.) aunque puedan tener opiniones sobre los problemas generales del país no se organizan para dar respuesta a estos, sino para defender intereses y promover derechos de sectores específicos: los profesionales que integran un gremio, los trabajadores de una empresa o de una rama de industria, los estudiantes de enseñanza media y superior, los padres y representantes de la educación básica, las asociaciones de vecinos o las redes de luchadores comunitarios como El Radar de los Barrios, por ejemplo, son convocados por motivos específicos y son convocantes de grupos humanos también específicos, delimitados por sus intereses y hasta por sus aficiones.
Pero la muy dura realidad venezolana ha terminado por hacer coincidir ambas agendas, la de la MUD como frente político y la de la Sociedad Civil como realidad diversa y abigarrada. En efecto, estas agendas hoy encuentran puntos de encuentro en lo táctico, lo estratégico y, obviamente, en su objetivo.
El objetivo en que coincidimos es el cambio político urgente, no solo de presidente, sino de gobierno y de sistema. La coincidencia estratégica entre la sociedad civil organizada y la oposición democrática es muy fácil de explicar: en un sistema totalitario no existen los movimientos sociales autónomos. Tanto el fascismo como el comunismo tienen una visión corporativa del Estado, que todo lo invade y todo lo controla. Aunque esa práctica la inició Lenin y fue Pol Pot quien la llevó a su máxima y más criminal expresión, le cabe el mérito a Mussolini de haberla definido en forma más diáfana: «Dentro del Estado todo, fuera del Estado nada», dijo alguna vez Il Duce.
En efecto, en el totalitarismo no existen sindicatos libres, ni gremios independientes, ni movimientos sociales autónomos, sino «parapetos» que simulan representar a la sociedad cuando en realidad son instrumentos de control y propaganda del régimen. Tomen como buen ejemplo venezolano de esta desgracia la llamada «Central de Trabajadores Bolivarianos Socialistas», o los múltiples «consejos presidenciales» de supuestos trabajadores, estudiantes, pescadores, agricultores, mujeres, indígenas, etc., útiles solo para ser exhibidos en los alicaídos pseudo eventos televisivos del madurismo, pero ayunos de la más mínima representatividad social real.
Desde el punto de vista táctico, la coincidencia entre ciudadanía organizada y oposición democrática es también evidente: lograr la solución política, electoral y democrática a la crisis solo es posible articulando una presión desmesurada sobre el estamento gobernante que, aunque claramente minoritario, conserva muy importantes palancas de poder, y las usa además sin contención institucional alguna y sin escrúpulos democráticos de ninguna naturaleza. Esa presión democratizadora, para ser exitosa, tiene que ser masiva, es decir, debe rebasar las fronteras de los actores políticos convencionales e incorporar a toda la sociedad.
Pero esas «coincidencias» deben tener consecuencias. Es necesario que estos puntos de encuentro de las agendas de la oposición política democrática y la sociedad civil organizada se expresen, en esta hora crítica del país, en actitudes y conductas concretas. Desde el ámbito ciudadano es preciso articular un amplio bloque de movimientos sociales autónomos que -a partir de su propia perspectiva y desde sus espacios naturales de acción- promueva activamente el Referendo Revocatorio como instrumento para el cambio político urgente; desde el ámbito político-partidista es urgente que tanto la organización de los comandos de campaña como la naturaleza y características de las convocatorias públicas sean diseñadas y construidas para facilitar al ciudadano la incorporación no solo como «marchista» o «votante», sino como actor fundamental en esta lucha.
Cada quien en lo suyo defendiendo lo que es de todos: ¡Venezuela! ¡Pa’lante!
RADAR DE LOS BARRIOS
Jesus Chuo torrealba