La percepción de fracaso es una tarea en la cual se empeñan quienes niegan una salida a la actual crisis venezolana y caer en ella es hacerles el juego
Cuando estamos a la vuelta de la esquina de la recolección de las firmas del 20 % del padrón electoral venezolano para solicitar el Referendo Revocatorio presidencial, los sentimientos son encontrados.
Nadie puede negar que la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de que esta cifra deba ser recaudada en cada uno de los estados y no como una sumatoria nacional, es un amargo revés.
Y no lo decimos porque sea imposible llegar a esta meta -estamos seguros de alcanzarla y superarla- sino porque seguimos conviviendo con la injusticia.
La lógica es también el alma de la ley, y si un presidente se proclama como tal por los votos alcanzados en todo el país, lo mismo debería proceder con la activación del Referendo Revocatorio para ese cargo.
Pero «la falta de recolección de ese porcentaje en cualquiera de los estados o del Distrito Capital, haría nugatoria la válida convocatoria del referendo revocatorio presidencial», según aseguró el TSJ en su página web.
La decisión de la Sala Electoral de la principal corte de nuestro país prosigue asegurando que la recolección de las manifestaciones de voluntad debe ser regional, ya que «no constituye en ningún caso, por consiguiente, ni una consulta, ni un referendo, ni un plebiscito», en el que «sí participa la totalidad del padrón electoral». La quinta pata del gato.
Pero repetimos, estamos seguros de que vamos a alcanzar de lejos esa cifra e incluso a superarla cómodamente. ¿De dónde nace esta seguridad?
Pues básicamente del hecho de que injusticias como la comentada atentan contra el sentido de lo justo que tiene el venezolano.
Y también del hecho de que, mientras más obstáculos pongan a la cita referendaria, más nos están reafirmando que los números están de nuestra parte.
Creemos, por demás, que ya existe un revocatorio moral y que ya está ganado. Así se confirma con la masiva convocatoria de la recolección de las firmas del 1 % del padrón electoral; así como también con aquella manifestación del pasado 1º de septiembre que quedará para la historia.
Ambas citas abundaron en obstáculos que no podemos dejar de condenar, porque confiscan el derecho de los venezolanos que son objeto y víctimas de maniobras. Pero son esos justamente los compatriotas que sienten bajo su piel hervir la ira y la indignación de ser tratados como hampones por el simple hecho de exigir lo que les garantiza la Constitución Nacional. Y el puntaje a favor de la salida constitucional y democrática crece como la espuma, alimentado apunta de torpeza gubernamental.
En todo caso, es con este escenario que vamos a la próxima recolección de firmas los días 26, 27 y 28 de octubre. Ya sabemos contra qué luchamos, y guerra avisada no mata soldado. Ya no hay sorpresas y nuestras previsiones están tomadas. Tenemos un liderazgo escogido por nosotros mismos y en el cual confiamos, no porque nos abandonemos como ovejas necesitadas de un pastor, sino porque sabemos que son personas que saben interpretar las urgencias del pueblo que parten desde sus bases mismas.
Del lado contrario no hay sorpresas. Repiten el mismo guion que ya todos nos sabemos. Y sobre todo, lucen agotados, disminuidos, con un desgaste que es la consecuencia de actuar a contrapelo de lo que la lógica y el sentido de justicia dictan.
Y este cansancio al cual hacemos mención se evidencia en los discursos, de las palabras, de las ideas que dejan entrever no solamente agotamiento sino también desesperación. La máscara ya no se puede sostener más y se cae sola, muy en contra de la voluntad de quienes intentan aún esconder sus verdaderas intenciones tras ella. Intenciones que al día de hoy están totalmente descubiertas y que por ello han generado mayoritariamente el rechazo nacional e internacional.
Es un ejercicio de sentido ciudadano el salir tercamente entonces a firmar. Con más razón aún sabiendo de antemano los obstáculos que nos han puesto y nos van a poner. E invitando a todo nuestro entorno a salir a ejercer el mismo acto cívico al cual tenemos derecho. Porque es un reto sobrepasar todos los obstáculos, para demostrar que la urgencia de cambio es mucho mayor que ese muro de contratiempos construido con tan escasa buena fe.
La percepción de fracaso es una tarea en la cual se empeñan quienes niegan una salida a la actual crisis venezolana y caer en ella es hacerles el juego. Especialmente cuando todos sabemos por experiencia de nuestro día a día cuál es la voluntad mayoritaria de quienes nos rodean.
Salgamos, firmemos, invitemos gente, llevémosla. Equipémonos, preparémonos, que sabemos lo que viene, nadie dijo que fuera fácil. Sí, es difícil, más no imposible. Y demostremos de qué estamos hechos los venezolanos, porque a más obstáculos, más perseverancia desplegamos.
«Nadie puede negar que la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de que esta cifra deba ser recaudada en cada uno de los estados y no como una sumatoria nacional, es un amargo revés…»
David Uzcátegui