Decisiones como adelantar un juicio político contra el presidente de la república o solicitar a la OEA la activación de la Carta Democrática, no solamente son legítimas; sino además confirman que ya se han agotado todas las vías previas de rescatar al país del precipicio hacia el cual se dirige sin control
La insostenible situación que padece Venezuela ha llegado sin duda a un punto de no retorno. El hecho de que todas las instituciones del país hayan cerrado filas para obstaculizar el Referendo Revocatorio presidencial, al cual los venezolanos tenemos derecho gracias a nuestra Constitución Nacional, deja claro que en nuestro país no hay independencia de poderes.
A esta afirmación se le escapa la honrosa excepción de la Asamblea Nacional, elegida recientemente, ya en el clímax del desencanto que padecemos todos los venezolanos, ante las desatinadas actuaciones de un gobierno devorado por su propia impericia, y en un evento electoral en el cual privó sin duda el voto castigo, una sanción meridianamente clara para quien han traicionado el mandato popular que recibieron tiempo atrás y que no han sabido honrar.
Sin embargo, hoy no solamente estamos todos de acuerdo en que hay que colocar un punto final legítimo y constitucional a esta equivocación histórica. Además, se nos unen gruesas masas que hasta ayer creyeron en un proyecto que enarboló las banderas de la reivindicación del pueblo y que en el camino se desvió hacia ideologías atrasadas y hacia utilizar las más fabulosas riquezas de nuestra historia para atornillarse indefinidamente en el poder, aún a costa del hambre, de la salud y de la vida de los venezolanos.
Y volviendo al patrimonio democrático que los venezolanos de hoy tenemos en nuestro nuevo parlamento, no olvidemos que es la institución más legítima del país, al ser elegida por el voto popular y no designada a dedo; amén de que dicha votación es reciente y por lo tanto interpreta el sentir actual de la ciudadanía.
En manos de nuestros diputados está el exigir cuentas a los demás poderes, incluida la Presidencia de la República, cada vez que se desvíen de la fidelidad al mandato popular que los colocó donde están, como es el caso de la lamentable situación que hoy acontece.
Corresponde el blindaje de esta institución a la ciudadania, a la misma que la puso donde está, e incluso a quienes no votaron por ellos pero no por ello dejan de respetar los valores democráticos y justamente por eso se sienten cada vez menos representados por quienes hoy gobiernan.
Decisiones como adelantar un juicio político contra el presidente de la república o solicitar a la OEA la activación de la Carta Democrática, no solamente son legítimas y entran dentro de las prerrogativas parlamentarias; sino además nos confirman que ya se han agotado todas las vías previas de rescatar al país del precipicio hacia el cual se dirige sin control.
Es triste que del lado oficialista se haya respondido al callejón sin salida que ellos mismos han creado, aupando y aplaudiendo una irregular toma del hemiciclo del Palacio Federal Legislativo, la cual dejó claro ante el mundo cuáles son las amenazas que enfrenta la democracia venezolana.
En este momento decisivo de la historia de Venezuela, debemos rescatar sin embargo una buena noticia: por primer vez parece que todos los venezolanos remamos hacia el mismo rumbo.
Si algo ha sido capaz de producir eficientemente la actual administración, es un nivel de ansiedad y desesperación en todos los venezolanos, que es sencillamente imperdonable.
Entre quienes adversamos toda esta situación, se han diferenciado dos claras tendencias: la de quienes hacemos todo lo posible por comprender el complejo problema y bordar una solución que genere el menor trauma posible y sea sostenible en el tiempo; y otra, la que nunca respaldaremos, la de quienes colocan la urgencia de cambiar este estado de cosas por encima de los necesarios pasos a seguir.
Han sido lamentables los desencuentros entre los venezolanos que queremos los mismos objetivos de bien para la patria; pero visualizamos su consecución mediante itinerarios diferentes.
La buena noticia es que todos los venezolanos demócratas, de todas las tendencias y pareceres, estamos claros en la necesidad de ejercer nuestro derecho de manifestar pública y masivamente nuestra exigencia de cambio.
La confiscación de derechos por parte de quienes no han sabido administrar el poder, está colocando en los límites a la ciudadanía venezolana, la misma que ya sabe que no le queda otra salida que no sea el apelar a las maneras que la carta magna establece para poner cese a una propuesta política que no ha podido crear bienestar y se ha empeñado en un ciego proyecto propio.
No han mirado a los lados, están ignorando el dolor de la patria que dicen defender, mientras se empeñan en mirar su propio ombligo y persisten en juntarse con “amistades peligrosas”, como diría la canción.
Aún estamos a tiempo, el Referendo Revocatorio puede realizarse a corto plazo y es la solución pacífica e inmediata que la unidad de todos los venezolanos reclama con urgencia.
David Uzcátegui