La incredulidad ha endurecido el corazón del ser humano de tal forma, que ni siquiera es sensible a la Palabra de Dios.
Por ello no debe extrañarnos que cuando tratamos de hablarle a alguien de Dios y de la obra salvadora de Jesucristo, lo rechazan.
En la Epístola a los Hebreos, capítulo 3, versículos 7 y 8, podemos leer: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo, si oyeses hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”.
Si bien es cierto, que a veces atravesamos por circunstancias difíciles que nos llevan a colocarnos un caparazón, no permitamos que esa supuesta firmeza de carácter que queremos demostrar, endurezca también nuestro corazón.
Ya que tratando vanamente de que nos lastimen, también nos vamos a volver sordos a la voz de Dios; porque tampoco vamos a creer que Él lo único que quiere es protegernos con su amor y ayudarnos a seguir adelante.
“Dice el necio en su corazón: no hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables. No hay quien haga el bien.
Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscará a Dios.
Todos se desviaron, a una se han corrompido. No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”, Salmo 14:1-2.
“….al corazón contrito y humillado, no despreciarás tú, oh Dios”, , dicen las Santas Escrituras en el versículo 15, Salmo 51.
Si estás en esta situación y crees que no hay otra salida, es el tiempo para que abras tu corazón al Señor Jesucristo y aceptes que lo necesitas para ser salvo, perdonado y disfrutar de sus bendiciones aquí y en la vida eterna.
El cristianismo no es una religión, es entregar nuestra vida a Jesucristo y aceptarlo como nuestro Señor y Salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios. Lic. Beatriz Martínez (CNP 988) beaperiodista@hotmail.com