En las columnas anteriores estudiamos la situación en que está nuestra vida y la necesidad que tenemos de ser transformados, lo cual solo podemos lograr a través de Jesucristo, el único Salvador, el único mediador entre el Padre y los seres humanos, para el perdón de nuestros pecados y la garantía de la vida eterna.
“Hoy les ha nacido en la ciudad de Belén, un Salvador, que es Cristo el Señor” Lucas 2:11. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree no es condenado, pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito, Hijo de Dios”, Juan 3:16-19.
La salvación se produce como un don de gracia de parte de Dios, pero sólo se puede obtener por la respuesta humana a la fe en Jesucristo, que es la única condición que exige Dios para que seamos salvos.
La fe es cree y confiar plenamente en el Cristo crucificado y resucitado, como Señor y Salvador personal, la fe implica arrepentimiento, apartarse del pecado y volverse a Dios por medio de Jesucristo, obediencia a Él y a su Palabra, fidelidad y devoción, sólo a Él.
“Jesucristo se dio a si mismo pro nuestros pecados para librarnos del o presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos. Amén”, Gálatas 1:4-5.”Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar los que se había perdido”, versículo 10, capítulo 19 del evangelio de Lucas.
El cristianismo no es una religión, es entregar nuestra vida a Jesucristo y aceptarlo como nuestro Señor y Salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios. Lic. Beatriz Martínez (CNP 988)
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