Difícil calificar, en su justa medida, lo que ha representado José Joaquín “Papá” Carrillo para el deporte venezolano. Atleta sobresaliente, deportista en toda la extensión del término y ciudadano a carta cabal, cuantos le trataron supieron de una condición humana que hizo honor al apodo cariñoso en el cual se encarnaban las virtudes del compañero, el consejero, el hombre que, dicho estrictamente, predicaba con su actitud ejemplar.
Nacido en Puerto Cabello en mayo de 1923, dio sus pasos iniciales en el deporte escolar caraqueño compitiendo en voleibol, baloncesto y atletismo. Al final se decantó por el primero, pero en el segundo fue también activista de primera división, casi siempre en las selecciones del DF y campeón con Miranda en el II Nacional, en 1949.
Tan larga como fructífera su carrera en el voleibol, varias de cuyas generaciones tuvieron la fortuna de compartir su talento. Las participaciones en los Juegos Bolivarianos de Bogotá 1938 y Caracas 51, Centroamericanos de Baranquilla 46 y Caracas 51, Panamericanos México 55 y Mundial Rio de Janeiro 60 dan idea de cuánto tiempo se mantuvo en posición estelar, dictando pauta cuando era necesario hacer sacrificios para la preparación, ante las dificultades de esos tiempos. Y cómo no seguirlo quienes, bastante más jóvenes, iniciaron en los 60 la evolución de la disciplina, si era el primero en atender las indicaciones, independientemente de las dificultades que representaran los ejercicios. Porque vivió los inicios, la siembra y el auge de un deporte con destacada calificación universal, no suficientemente reconocida entre nosotros.
Fue ejemplo durante todo ese tiempo, que compartió con sus obligaciones en Cabtv, donde trabajó durante 38 años, ganando ascensos por rendimiento y responsabilidad. Como en la Efofac, que le tuvo de instructor de voleibol entre 1955 y 79. Asimismo, en los Panamericanos de 1955 y en 1958 dirigió la selección femenina y, útil en diversos sectores, fue también directivo de la disciplina en Distrito Federal, miembro del Consejo de Honor de la Federación y del Tribunal de Honor del Comité Olímpico Venezolano.
En ocasión de los Panamericanos 83 en Caracas, el gimnasio del parque Miranda fue construido con énfasis para la práctica del voleibol y, como cosa natural, recibió el nombre de “Papá Carrillo”. La exaltación al Salón de la Fama en 1992, y otros reconocimientos (Honor al Mérito Deportivo, Cruz de la Guardia Nacional, Buen Ciudadano, entre muchos otros que sería largo de enumerar), testimonian una carrera que le hizo “número puesto” cuando el CPD premiaba anualmente por especialidad deportiva.
Solo la enfermedad, ya en las nueve décadas de vida (cumpliría 92 este año) le fue retirando como espectador, pero nunca dejó de recibir las visitas de sus amigos, la mayoría gente que vivió con él los aconteceres del deporte de la malla alta.
Al cerrar el ciclo vital de José Joaquín Carrillo, es imperativo recalcar su trayectoria, pues el país pierde, además de un deportista de enormes méritos, a un ciudadano ejemplar. Su velorio será a partir de la tarde de hoy en el Cementerio del Este, donde será sepultado mañana.
Descanse en paz.
AN