Los asaltantes de las Academias no son ladrones sino psicópatas en revolución
El ideal de la humanidad es “vivir en paz”. La frase de Hobbes en su obra “Leviatan”, del “homo hominis lupus” (el hombre es lobo para el hombre), y que “las personas nacen buenas y la sociedad los corrompe” de Rousseau, no pueden ser aceptadas en forma absoluta en nuestra época, lo mismo sobre las características morfológicas del hombre lombrosiano.
A partir de la década del sesenta, las drogas han secuestrado a jóvenes, induciéndolos a excesos de toda índole y a la comisión de delitos. Jóvenes con problemas familiares, por ausencia de cariño y de amor filiar, son caldos de cultivos de perturbación mental para procesadores y traficantes, formándose una clase social: “la oligarquía de las drogas”. Hemos visto al Presidente de la República, Hugo Chávez, masticando hojas de cocas por televisión, según para darse fuerza mental y física. No fue propiamente un sano ejemplo para aplaudirse.
Crisis y problemas siempre pueden solucionarse, pero para su análisis debe irse a los orígenes o causas de los mismos, estableciéndose medidas preventivas. La paz pública ha sido vulnerada por la corrupción y la impunidad, que no distingue clase social ni a políticos obnubilados por el poder.
Los gobiernos en nuestro país se han dedicado fundamentalmente a la represión, al castigo y a la cárcel por delitos de cualquier tipología y todos sabemos que las cárceles en Venezuela son universidades del crimen. El hacinamiento, sin clasificación de edad y delitos, pregonándose “rehabilitación social”, ha sido absolutamente inútil y se han formado “pandillas y capos” en los internados judiciales.
Una de las tareas fundamentales del Estado-Gobierno es la clasificación del delito, por sexo, edad y especialmente, atendiendo la salud mental del procesado, debiéndose hacerse antes del inicio del juicio penal, un diagnóstico de la salud física y mental del detenido, para realizar una “buena” clasificación del preso.
En este país, la condición mental de las personas es originada por diversas causas. Sin entrar al análisis social, vemos que “hay muchos locos sueltos”, por lo que se impone de urgencia una campaña de sanidad mental como se ha hecho con el polio, estableciéndose el certificado “psico-social” desde los siete años de edad, renovándose cada cinco años, como la cédula de identidad. No basta el certificado médico para conducir vehículos, es necesario establecer la exigencia de ese certificado. Desde 1980 se habla de un proyecto nacional de salud mental. En Venezuela no se construyen hospitales psiquiátricos desde hace más de 50 años y se ha propuesto unificar la prevención y la atención del enfermo mental, quedándose en proyectos. Es de urgencia crear los “internados psicosocial” (IPS), en donde deben ser recluidas personas clasificadas previamente en su sanidad mental y el delito, bajo un régimen de rehabilitación, cumpliendo la pena impuesta, antes que purgar el delito en cárceles.
Cesáreo José Espinal Vásquez
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