El resentimiento más agrio hunde en las profundidades de la psique del venezolano promedio, sobre todo cuando nos referimos al “pata en el suelo”, el sin dolientes al que hay que mantener no educado y en un estado de infancia perenne robándole la capacidad de pensar por cuenta propia. En nuestro medio esa especie tiene muchos roles tal es el caso del motorizado pendenciero que va por el mundo como fiera herida cazando peleas reales o imaginarias porque siente que los factores de la vida se le han vuelto en contra.
La “igualdad” y la “inclusión” han sido términos sobre explotados por la oligarquía socialista en el poder desde hace 15 años. Y lo cierto del caso es que esa igualación se ha hecho desde abajo, es decir, empobreciendo a todo el mundo salvo el grupito que vegeta en las alturas del poder. La inclusión es otro mito porque el apartheid político se ha profundizado de la mano de las “Listas” Tascón, Maisanta, Santa Inés y pare usted de contar. Si usted ha votado en contra del proceso o la revolución, usted es un ciudadano de segunda, un traidor de la patria, un paria con carta de identidad disminuida. Basta aspirar a un trabajo como funcionario del Estado para que usted lleve la marca del indeseable sin importar sus méritos profesionales acumulados.
Este “socialismo” a la venezolana no es otra cosa que un arroz con mango que encubre una furiosa aspiración hegemónica por controlarlo todo, por evitar los indispensables contrapesos en la dirección política de la nación. Ni hablar de la institucionalidad subvertida desde leyes acomodaticias que sólo se aplican con severidad a los adversarios.
Las jerarquías son necesarias porque desde la meritocracia se premia al competente, a los más capaces sin menoscabo de aquellos con menores méritos. El sentido común nos dice que las sociedades con mayor éxito social son aquellas que jerarquizan sus distintas competencias y funciones desde un desempeño casado con la eficiencia, es decir, los resultados que van impactar positivamente en el colectivo.
Al explotar la aspiración igualitaria nuestros políticos de cuatro pelos lo que han hecho es utilizar el resentimiento social como medio de control político sobre las masas depauperadas. No hay estimulo a la promoción basada en el desempeño sino en las lealtades. La aspiración igualitaria se fomenta alrededor de un imaginario especulativo plagado de lugares comunes alrededor de la épica de la Independencia y nuestros héroes tutelares. El futuro está en el pasado y así nunca avanzaremos.
El venezolano “igualado” no respeta la experiencia, ni los méritos, ni las jerarquías bien concebidas, se la ha hecho creer que “tirar la parada” desde una picardía infeliz le hace igual a los demás. El “igualado” se despersonaliza, se diluye en algo tan etéreo y manoseado como “pueblo”, su protagonismo se reduce al de comparsa de un poder sin ética y abusivo. Se le hace creer que importa y que es protagonista de su propia historia. En realidad es una pieza más de un pavoroso mecanismo de ingeniería social basado en el sometimiento más abyecto.
Ángel Rafael Lombardi Boscán