El agresor no sólo golpea y daña lo que más queremos, sino que emplea un lenguaje violento en el que la descalificación está presente haciendo que nuestra imagen sea el blanco. El ataque es la desvaloración
La expresión muy conocida que dice: “El amor es ciego”, tiene mucho de razón. Sobre todo cuando existe una química avasallante que niega la sensatez y embriaga los sentidos al punto de caer en un estado de negación que nos impide aceptar que se comparte la vida con un agresor capaz de causarnos un daño irreparable.
El agresor no sólo golpea y daña lo que más queremos, sino que emplea un lenguaje violento en el que la descalificación está presente haciendo que nuestra imagen sea el blanco. El ataque es la desvaloración. El perjuicio moral va dirigido a enturbiar nuestra imagen.
El manipulador siempre busca salirse con la suya, incluso es capaz de manipular para ganarse el perdón aun cuando el perjuicio causado es irremediable. La víctima reconoce al agresor sólo después de que la agresión ha trascendido los límites de la tolerancia, el respeto e incluso ha ido más allá del daño moral.
1. Galantería para cautivar
Antonia acababa de terminar una relación de unos seis años. Ya no era tan joven como para perder el tiempo y esperar que el hombre ideal tocara su puerta. Eso exactamente pensaba ella. Aunque no tenía una figura esbelta, su rostro agradable, su buen carácter como su bonita sonrisa despertaban en los hombres contemporáneos con esta fémina deseos de vivir un romance que los devolviera a un tiempo pasado en que el disfrute, la aventura y plenitud de la vida marcaran el ritmo de esa relación.
Roberto vivía cerca de la casa de Antonia. La había descubierto hace rato. Entonces, buscaba la manera de acercársele. Trababa de coincidir con ella. Había estudiado el horario de esta dama que siempre estaba muy ocupada, pero se tomaba un tiempo para hacer ejercicios y recorrer los espacios de la residencia donde habitaba, algo que hacía todas las noches una vez que llegaba a su casa después de una larga jornada laboral.
Así poco a poco, Roberto se le fue acercando. Al principio, tenía conversaciones breves, en las que simulaba ser un gran caballero. Los cumplidos nunca faltaban en su boca. Las frases bonitas adornaban su estilacho de hombre muy varonil.
Antonia trataba de disimular que Roberto le gustaba, pero no podía. Su rostro se iluminaba cuando lo veía. Aunque él no tenía el grado de instrucción de ella, ni se aproximaba, había una mezcla de un no sé qué que la hacía soñar con pasar un rato con este galán medio otoñal que la estaba merodeando como abejas al dulce.
2. Romance en puertas
Una tarde de esas en que nada importa más que pasar el momento para olvidarse un poco del mundo, Antonia salió a caminar. Aunque usaba ropa deportiva, lucía impecable y la coquetería la llevaba en cada pieza de su vestuario que había seleccionado para ese instante.
Tal como lo había planificado, esa tarde dominguera, Antonia se encontró a Roberto, quien vestía también impecable, usaba lentes obscuros, muy perfumado, y dispuesto a enamorar con su vocabulario de frases recontra hechas para el amor.
Después de un diálogo breve pero asertivo, Roberto invitó a dar una vuelta a Antonia. Fueron a tomarse un café. Los dos se sentían flotando. La química ya hacía rato que estaba jugando con los dos. Pasaron un buen rato riendo y flirteando.
En esa tarde, iniciaron una relación que parecía prometer el cielo aunque más bien terminara llevando a Antonia al infierno.
3. Mostrando
verdaderamente quién es
Se veían casi que todos los días. Iban y venían viviendo su amor. No obstante, Roberto manifestaba celos por todo. No le gustaba que Antonia trabajara más de las horas de oficina, se molestaba cuando ella no salía con él. No podía soportar que dedicara a otras personas atención negándosela por momentos a él.
A pesar de esos incidentes, Antonia se sentía en las nubes cuando salía con Roberto, quien se desvivía por hacerla sentir la mujer más codiciada del planeta, esa codicia iba más de lo normal.
La familia de Antonia no quería a Roberto, quien tenía el vicio de beber más de la cuenta, algo que su compañera detectó y él prometió controlar. Y aunque lo hizo, eso no evitaba que se molestara cuando Antonia salía con sus amigas y compartía sin él, tal como él quería.
En una de esas, Antonia recibió una invitación a una fiestita por el cumpleaños de una amiga cercana. Como era algo íntimo, decidió no llevar a Roberto. Aquello bastó con la explosión de él, que pasó toda la noche enviándole mensajes ofensivos.
Antonia se molestó y prometió dejar de ver a Roberto quien suplicó y esperó con devoción el perdón de ella. Ya era evidente que este hombre no le convenía a ella ni a ninguna mujer, pero sentía mucha pasión por él. La lucha no sería fácil.
Después de pasar unos quince días sin ver a Roberto, Antonia optó por escucharlo. Él la volvió a cautivar y ella lo perdonó sin sospechar que la próxima vez el daño ya sería irremediable.
Cuando, sin Roberto, decidió visitar a su familia, Antonia, a su regreso, encontró su casa destrozada y la promesa de que si no lo obedecía la próxima vez, le saldría más caro; aquella situación la dejó en un estado de terror que la paralizaría hasta impedirle denunciar semejante agresión. No obstante, las amigas de Antonia insistieron hasta que lo consiguieron que denunciara esa agresión ante las autoridades competentes para luego sacar de su vida definitivamente a Roberto quien lloró y suplicó sin efecto alguno.
Quien vive con
un agresor está
expuesto a todo
*** El agresor da claras muestras de su comportamiento patológico. Su carácter lo lleva a fácilmente perder el control para amenazar, golpear o insultar. A veces, se muestra dócil, pero tal actitud es sólo una manera de maquillar su explosivo temperamento.
*** Quien vive con un agresor está expuesto a todo, a maltratos verbales y físicos, e incluso a perder la vida misma cuando al hacerse la vista gorda con un comportamiento agresivo se exponga la existencia misma.
*** Si eres víctima de un agresor, recuerda que existe la Unidad de Atención a la Víctima, del Ministerio Público.
La voz de la mujer
Iabel Rivero De Armas