Entre modernización y tradición
L a derrota del reciente intento de golpe de Estado es la expresión de un conflicto estructural no resuelto entre una sociedad moderna que no termina de instalarse y compartir los valores de Europa y una tradicional que pugna por no desaparecer
Occidente observó con desgano cómo un aspirante a la Unión Europea, con el décimo ejército más potente del mundo, miembro de la OTAN desde 1952 y su segunda fuerza militar, protagonizó una vez más el drama del golpe de Estado el pasado mes de julio, cuando una fracción de los militares turcos intentó sin éxito derrocar al gobierno legítimo del presidente Recep Tayyip Erdogan.
De este complejo escenario resaltan variadas hipótesis; la oficial pregona que la sublevación es parte de los planes conspirativos de su antiguo aliado, el moderado teólogo musulmán Fethullah Gülen, molesto porque el gobierno clausuró su red de academias religiosas privadas en toda Turquía; además de la expulsión de sus partidarios de la administración pública.
Sin embargo, esta versión luce insuficiente, debido a que no identifica un clivaje importante en la política turca, como el existente entre religión y laicismo; se ha dicho repetidamente que el componente armado es el guardián del legado que pregona la separación entre el Estado y la religión, dejado por el fundador de la actual República de Turquía Mustafa Kemal Ataturk en 1923, luego de desaparecido el Imperio Otomano y la posterior eliminación del califato en 1924.
Asimismo, observamos que los militares turcos tienen una tendencia pretoriana que los convierte en árbitros de la política nacional, demostrada en 1960, 1971, 1980 y 1997, cuando con la excusa de impedir el caos, el islamismo o el comunismo terminaron con regímenes constitucionales, seculares y liberales, contando entonces con el apoyo de estados modernos y democráticos, siempre y cuando se garantizaran los intereses de la OTAN y el anticomunismo.
Por lo tanto, sería plausible considerar esta última insurrección como manifestación del malestar castrense por la manera como el partido en el gobierno AKP viene actuando en temas importantes como: la degradación del laicismo a favor de un mayor protagonismo religioso, el fortalecimiento del presidencialismo, limitaciones al poder del ejército y también por los casos de corrupción administrativa en los cuales la cúpula gobernante ha sido señalada. Por esto resulta normal que el conflicto estructural eclosione en la institución puntal de la modernización del país, sus fuerzas armadas.
En esta ocasión, la contradicción central continúa siendo entre el Estado y la religión y no el conflicto entre antiguos aliados religiosos, uno que representa el fundamentalismo y otro la moderación. Lo cierto es que esta situación servirá para reafirmar en el gobierno actitudes autoritarias, mesiánicas y debilitar el inacabado proyecto modernizador, horadando el legado laicista y fortaleciendo un proyecto nacional abiertamente islamista.
En resumen, la derrota del reciente intento de golpe de Estado es la expresión de un conflicto estructural no resuelto entre una sociedad moderna que no termina de instalarse y compartir los valores de Europa y una tradicional que pugna por no desaparecer y retoma los valores del oriente medio.
Freddy José Castellanos Brandes