Resistir
La gravedad de ese intento de colonizar un poder independiente, encendió la ira nacional y las manifestaciones no se han detenido desde entonces
El escenario político, social y económico de Venezuela se enrarece por minutos, a niveles nunca antes imaginados. La falta de entendimiento entre quienes ostentan el poder y el resto de la sociedad, ha sellado en las últimas semanas una ruptura de graves proporciones en el contrato social.
El origen de esta nueva espiral de deterioro en nuestra convivencia como nación, tiene sin duda que ver con el intento del Tribunal Supremo de Justicia por intervenir las funciones de otro poder, el Legislativo, el más legítimo de los poderes públicos al momento actual, tras haber sido renovado en elecciones el pasado 6 de diciembre de 2015.
La cultura política de los venezolanos es enorme como consecuencia de lo que hemos vivido en estos años. Quizá es algo que el oficialismo no midió; pero la gravedad de ese intento de colonizar un poder independiente, encendió la ira nacional y las manifestaciones no se han detenido desde entonces.
Las fachadas de los eufemísticos diálogos que nos ocupaban hasta hace poco, se cayeron sin mayor esfuerzo, para dar paso a una represión pura y dura, que ya es conocida del mundo entero gracias a las fotografías y videos de los celulares, difundidas a través de las redes sociales.
Con torpeza de elefante en cristalería, el gobierno intenta apagar el fuego con gasolina. Con demostraciones de poder y fuerza bruta, que logran amedrentar, no están haciendo otra cosa que generar una escalada en la ira popular.
Y por si fuera poco, el fallido intento de someter a la Asamblea Nacional ha sido sustituido por otro disparate de proporciones aún mayores, como lo es el intento de imponer una Asamblea Nacional Constituyente hecha a la medida para permanecer en el poder y sortear la crisis actual.
Disparate que, por supuesto, está muy lejos de aportar a la solución del descontento popular que hierve hoy en cada localidad de Venezuela.
Ante la sordera del poder, ante su insistencia en hacerse trajes a la medida para mandar como mejor le parezca, ante la arremetida desproporcionada contra las demostraciones ciudadanas, ¿qué nos queda? Resistir.
¿Qué entendemos por resistir? Primero que nada, no renunciar a nuestras certezas ni a nuestras convicciones. Por más amenazas, por más cerco, por más que se nos quiera encerrar en la desesperanza.
En segundo lugar, seguir adelante con la construcción del país que creemos posible, viable, y que nos merecemos. No podemos asumir como natural un modelo de país donde la escasez de bienes y de valores nos lleva a vivir una vida a medias, una vida amputada de derechos irrenunciables.
El incremento de la fuerza bruta para tratar de apagar la voluntad de cambio nacional, no es síntoma de otra cosa que no sea la falta de razón, lo cual se le otorga automáticamente a quienes están empujando un cambio con su grito en la calle, ya que les han sido cerradas sistemáticamente otras alternativas de expresión, como el referendo revocatorio y las elecciones regionales.
Y el venezolano resiste. No solamente continúa alzando su voz, sino que encuentra formas cada vez más creativas y efectivas de hacerlo, formas que hace eco y derrumban los muros del silencio que se construyen con soberbia y terquedad.
Aunque la ciudadanía está más clara que nunca al respecto, nunca está de más recordar que, ante la irracionalidad del poder, tenemos el derecho de sostenernos en nuestros principios inalienables de compromiso con la libertad, la justicia, la paz y tantos otros valores que se pretende confiscar al venezolano en este momento.
El que se pretenda uniformar el pensamiento de la gente, sus creencias, es razón de sobra para plantarse en la acera contraria de un propósito que desdice de la razón de ser de la humanidad.
¿Cómo se traducirá esto en los días por venir en Venezuela? Lamentablemente, no nos vienen momentos fáciles, gracias a la intransigencia de quienes acaparan el poder.
Pero de este lado nos negamos a flaquear en nuestras certezas, seguimos firmes en el reclamo de nuestros derechos y, como dijera Mahatma Ghandi, “abrazamos la verdad”.
Una nueva Venezuela se empuja de abajo hacia arriba con indetenible fuerza, con perseverancia por encima de cualquier obstáculo y dispuesta a no renunciar a sus objetivos de dejar en el pasado este mal momento de la historia.
Quienes tenemos la certeza estar haciendo lo correcto, no vamos a ceder en nuestra posición, ahora menos que nunca, mientras esperamos el momento en el cual el desgaste por las reiteradas equivocaciones cometidas, pongan punto final a un experimento político que jamás debió suceder, debido a los elevados índices de dolor y sufrimiento que ha traído a nuestra gente.
Ahora más que nunca, seguimos adelante con nuestras certezas.
«Las fachadas de los eufemísticos diálogos que nos ocupaban hasta hace poco, se cayeron sin mayor esfuerzo, para dar paso a una represión pura y dura, que ya es conocida del mundo entero gracias a las fotografías y videos de los celulares…»